El desvarío y la tragedia ganaron el partido y enlutaron al fútbol

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Los gravísimos incidentes registrados afuera del estadio en el partido entre Gimnasia y Boca, que debió ser suspendido a los 9 minutos del primer tiempo -con uso de balas de goma y gases lacrimógenos por parte de la policía, con el saldo de numerosos heridos, detenidos y el fallecimiento de un simpatizante víctima de un paro cardíaco cuando era trasladado en una ambulancia- obligan primeramente a las autoridades a determinar las distintas responsabilidades.

Al mismo tiempo, corresponde reclamar serenidad en todos los sectores, de modo que no puedan verse reiteradas ni agravadas en las próximas jornadas estas consecuencias lamentables de un encuentro deportivo.

Es que en medio de tanto dolor y serios episodios de violencia, debiera rescatarse la actitud pacífica de la inmensa mayoría de los espectadores que permanecieron calmos en las tribunas, hasta que, literalmente, muchos de ellos se vieron obligados a ingresar al campo de juego para intentar escapar de los efectos del gas lacrimógeno.

De todos modos, deberá ser la investigación judicial la que determine las distintas responsabilidades, en un episodio en el que las fallas organizativas –relacionadas probablemente al expendio de entradas o a la función que debieran cumplir los vallados alejados del Estadio, para impedir el paso de personas que no cuenten con ellas- parecieran haber incidido más que las conductas habitualmente violentas de algunos grupos enquistados en el fútbol.

Al mismo tiempo, la actuación policial resultó ser, en principio, no sólo desmedida sino impropia, ya que trasladó los incidentes que se registraban en las puertas de entrada hacia el interior del estadio, en donde el partido se disputaba con normalidad.

La mayoría de los episodios violentos y dramáticos se registraron en el exterior del estadio, cuando la policía reprimió a muchas personas que pretendían entrar y las tribunas se encontraban ocupadas. De modo que, por falta de garantías, el partido quedó suspendido, en el marco de los serios episodios de violencia desencadenados.

Fueron entonces los gases lacrimógenos los que obligaron en pocos instantes al precipitado abandono del terreno de juego por parte de ambos equipos; mientras que, en su desesperación por encontrar aire, muchos hinchas invadieron el campo de juego. Entre tanto, desde los altavoces se comunicaba que estaban llegando ambulancias.

Tal como se informó, se pudieron ver episodios dramáticos dentro de la cancha, con jugadores afectados por el humo proveniente del exterior. Lo mismo ocurrió con miles de hinchas que, al tratar de abandonar las tribunas, se encontraron con las puertas cerradas. Algo que, de acuerdo a testigos, agravó la situación y virtualmente obligó a muchos a ingresar de cualquier manera al terreno de juego.

Fue en este contexto que se produjo el penoso fallecimiento de un conocido vecino platense que, por los efectos del humo y de una situación de violencia que se generalizó, se descompensó y debió ser trasladado en una ambulancia, en cuyo interior -camino a un hospital- perdió la vida a raíz de un episodio cardíaco.

Como contexto general de estos dolorosos incidentes, debe recordarse que persisten intocados muchos de los factores que originan la violencia en el fútbol. El terrible flagelo, tan irracional como peligroso, se mantiene vigente. El Estado y las autoridades del fútbol han permitido que existan estas situaciones. Esa suerte de cultura negativa sigue operando y se hace ver, bajo distintas maneras, en muchos de los episodios que lastiman a este deporte. Anteanoche el desvarío y la tragedia ganaron el partido y enlutaron al fútbol.

 

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