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El dedo señalador no faltó ayer en la vicepresidenta / AP
Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Probablemente la mayoría de los asistentes al acto de ayer en el que reapareció Cristina Kirchner luego del fallido atentado contra su vida, hayan leído su intervención como el anuncio de su postulación presidencial el año que viene. Ella usó palabras lo suficientemente estudiadas como para dejar la puerta abierta, sin explicitar nada. Otra lectura posible, menos pasional y tal vez más cercana a lo realizable, dice que la vicepresidenta sigue concibiéndose a sí misma como la figura más convocante del peronismo y por eso mismo se pensaría, una vez más, como la indicada para armar una estrategia electoral para que el Frente de Todos vuelva a triunfar en las urnas.
Le fue bien en 2019, con la sorpresiva designación del “moderado” Alberto Fernández cómo cabeza de fórmula. Tres años después, hasta los propios le reprochan -es una forma de decir, porque nadie se le anima en serio- que aquella jugada sirvió en lo electoral pero fue un fracaso en lo referido a la gestión de gobierno.
Es en el contexto de esa insatisfacción interna de los propios, básicamente todos los que estaban ayer en el microestadio de Pilar convocados por la Unión Obrera Metalúrgica, que Cristina aclaró lo siguiente: “Las decisiones políticas hay que juzgarlas y evaluarlas en el momento en que estas fueron tomadas”. Se refirió así al año 2019, cuando anunció vía Twitter la candidatura de Alberto. Agregó: “Yo tenia la responsabilidad de tomar una decisión y garantizar que el peronismo ganara las elecciones...no me arrepiento porque pudimos lograr el objetivo, que era votar en contra de determinadas políticas”.
Cristina parece otra vez dispuesta a tomar ese rol decisivo, sea como candidata o como arquitecta de la estrategia, pero lo paradójico es que esta vez ese papel no es, como dijo, para frenar las políticas del macrismo sino contra las políticas de su propio gobierno. Que, por otra parte, está haciendo muchas cosas que ella le cuestionaba a sus antecesores, desde la alineación con el FMI (en la épica kirchnerista, Néstor es el hombre que echó al Fondo de la Argentina) al ajuste en las cuentas públicas que ello supone y que ahora amenazan con hacer volver a su repudiado Juntos por el Cambio al poder. Esa es la esencia de la ruptura con Fernández y explica la distancia que el cristi-camporismo está tomando del Presidente, con un discurso casi opositor de sus voceros oficiales.
No pasó eso ayer con Cristina. No salió furibunda, como otras veces, a pegarle al gabinete nacional o a hacer referencias casi irrespetuosas de Alberto. Si marcó sus diferencias con el tema precios, que para ella no es algo que deba dejarse en manos de los mercados. “El Gobierno tiene que terciar en la distribución del ingreso, como hacíamos en nuestros gobierno”, dijo, dando por descontado dos cosas: que la administración actual no lo hace y que evidentemente éste no es su gobierno.
Sergio Massa se llevó una caricia. “El ministro de Economía está haciendo un gran esfuerzo administrando las consecuencias de lo que pasó”, regaló Cristina. Ratificó así -sobre todo para oídos extranjeros- que por ahora sigue esa alianza entre ambos, sellada cuando el gobierno se acercó al abismo con la corrida cambiaria de julio y según la cual ella no lo esmerila en público y él comparte anticipadamente las decisiones que va a tomar. No puede esperarse de la vicepresidenta ningún gesto más contundente de apoyo a Massa porque éste lleva adelante un ajuste ortodoxo, no tan profundo como querría el FMI, en el que el kirchnerismo en términos conceptuales no cree.
Hábil, Cristina mandó facturas a dos actores de la vida peronista que hoy son algo así como aliados de Alberto: la CGT y los movimientos sociales. Les recordó que no la acompañaron mucho cuando ella procuró armar el puzzle electoral del 2019, sugiriendo que eso era así porque sentían cierta comodidad con el gobierno de entonces.
“Los movimientos sociales no veían tan mal las ayudas que recibían”, opinó en lo que pareció una alusión al Movimiento Evita o a Barrios de Pie, cuyos líderes hoy son funcionarios de Fernández. Y sobre los gremios dijo: “Los dirigentes de la Confederación General del Trabajo no parecían tan decididos a enfrentar esas políticas”.
Pero a la CGT también le dejó en claro que ella es partidaria de que las patronales otorguen una suma fija a los trabajadores en este fin de año, una pelea que viene dando el kirchnerismo contra los gremios y contra el albertismo. Es que en la central obrera creen que eso atenta contra la composición del salario y les resta poder de negociación a los sindicatos, que quieren canalizar cualquier mejora vía el mecanismo de paritaria tradicional. Así, reivindicando la suma fija Cristina no se dirige sólo al mundillo sindical: también le exige a Alberto que adopte la medida vía decreto.
Cristina adelantó un tono que se repetirá mucho de ahora en más, según fuentes que la conocen. “En mi gobierno estábamos mejor”, sería el resumen. Un relato electoral que apela a la nostalgia, a la creencia casi dogmática del consumo como generador de la ilusión de bienestar, más allá de que las cuentas macro no cierren y la cuestión fiscal estalle. La insistencia de que todo era un paraíso hasta el 2015, cuando llegó Mauricio Macri. Mirada sin la pasión visceral de los leales, esa narrativa tiene un punto débil medio obvio: si todo era así como se cuenta, ¿porqué el Frente de Todos perdió las elecciones contra Juntos por el Cambio? La respuesta de los cristinistas es contra fáctica: porque no estaba ella en la boleta.
El párrafo con el que cerró el discurso resume todo esto y la auto erige como la lideresa del espacio en condiciones de fijar el rumbo, de cumplir la misión. “Voy a hacer lo que tenga que hacer para lograr que nuestro pueblo, nuestra sociedad, pueda organizarse en un proyecto de país que vuelva a recuperar la ilusión, la fuerza y la alegría de nuestra gente. Éramos un pueblo alegre. Los recuerdo aquel 9 de diciembre de 2015 en la Plaza de Mayo y éramos alegres. Volvamos a recuperar esa alegría que tuvimos alguna vez, la alegría de que el sueldo alcanza, de ir al trabajo, de saber que había futuro”.
Nunca dijo que va a ser la candidata principal de ese proyecto. Tampoco que no lo será.
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