La ley anti “sexo libre” destapa el auge islamista en la liberal Indonesia

La reforma penal que castiga la libertad sexual con cárcel muestra cómo crece la influencia del islamismo radical en el país

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Paloma Almoguera

EFE

SINGAPUR

La reciente aprobación de una controvertida reforma del código penal indonesio, que prohíbe la libertad sexual y la apostasía, entre otros cambios ultraconservadores, evidencia la creciente influencia del islamismo radical en Indonesia, amenazando su tradición liberal y secular.

Indonesia, la nación con más musulmanes del mundo y la tercera mayor democracia del planeta, ha concitado interés en las últimas semanas por circunstancias dispares: mientras ha acumulado elogios por su abierta disposición como anfitrión del G20 este año, una actual reforma legal de tintes arcaicos ha generado estupefacción.

Esa reforma, respaldada por el Parlamento el 6 de diciembre, penaliza con hasta un año de cárcel las relaciones sexuales fuera del matrimonio y con un máximo de tres años de prisión los insultos al presidente, además de prohibir por primera vez la apostasía (renuncia o negación de la fe).

Al margen del denunciado retroceso en libertades que los cambios suponen para el archipiélago, tanto la reforma como el éxito del G20 son, más que contradicciones, consecuencias del estilo acomodaticio del presidente Joko Widodo, en su segundo y último mandato.

AUGE DEL ISLAM

El país, de tradición secular y pluralista, como recoge su ideología fundacional -llamada “Pancasila”, establecida tras su independencia de los Países Bajos en 1945-, afronta un auge de la religiosidad y de los movimientos islamistas.

Según una encuesta de este año de la agencia Wunderman Thompson, hasta el 40 por ciento de los indonesios creen seguir más los preceptos islámicos que sus padres, en comparación con el 26 por ciento de los malasios, otro país con mayoría musulmana.

Por su parte, un sondeo de septiembre del grupo Lembaga Survei Indonesia (LSI) concluyó que el 12,5 por ciento de los entrevistados (de unos 1.200) apoyaba la legislación basada en la sharia (ley islámica), frente al 3,2 por ciento que la respaldaba en 2017.

“Indonesia vio cómo en las últimas dos décadas se aprobaban más de 700 regulaciones (a nivel nacional, regional y local) inspiradas en la sharia”, dice Andreas Harsono, investigador de Indonesia para Human Rights Watch (HRW).

Una islamización que, según Harsono, se explica en parte por la proliferación de escuelas religiosas -con alta financiación de Arabia Saudí- y la “aparición de grupos islamistas locales”, que convirtieron a Indonesia en el epicentro regional de grupos yihadistas.

LA REFORMA, UNA CONCESIÓN

El auge del Islam queda también reflejado en dos tipos de grupos políticos en Indonesia: los nacionalistas, como la facción de Widodo, y los partidos islámicos, según explica Johannes Nugroho, analista político y periodista indonesio, en un artículo publicado por The Straits Times.

Así, la iniciativa contra el “sexo libre” es un ajuste a las demandas de partidos religiosos en pos de un sistema penal más en línea con la sharia, en particular del radical Partido de la Justicia y la Prosperidad (PKS), que en 2017 promovió una reforma que ilegalizara explícitamente el sexo homosexual.

“La nueva reforma es, en resumen, un desafortunado compromiso entre las dos fuerzas dominantes de la política indonesia: las seculares, usualmente llamadas nacionalistas, y los islamistas”, señala Nugroho.

Los cambios penales rebajan el tono pretendido por los islamistas, ya que no incluyen ninguna mención a la comunidad LGTB -si bien la penalización del sexo extramarital prohíbe de facto las relaciones homosexuales, al solo ser legal el matrimonio heterosexual-, y limitan el poder de delación a parientes cercanos.

UN JUEGO DELICADO

Aunque la coalición de Jokowi -en la que también hay grupos islámicos- cuenta con una amplia mayoría en la cámara baja, el presidente podría haberse apresurado en sacar adelante la reforma -que llevaba décadas pendiente y aún tardará 3 años en implementarse- por si los islamistas toman fuerza de cara a los comicios de 2024.

Sería también una forma de contentar a la parte más religiosa de su electorado antes de la cita con las urnas, cuando podría presentarse como vicepresidente para preservar su influencia.

La prohibición de los insultos al presidente iría así especialmente dirigida a coartar a los radicales que lo acusan de “ateo”, pudiendo la denuncia ser únicamente presentada por él mismo.

Una difícil carambola que no satisface a casi nadie y exaspera, por razones obviamente distintas, tanto a islamistas como a grupos de derechos humanos o a la comunidad internacional, con la ONU pidiendo al Gobierno que dé marcha atrás.

La reforma penal prohibe la libertad sexual y la apostasía, entre otros cambios ultraconservadores

“Es una reforma nefasta. Aunque el Gobierno diga que las críticas son desproporcionadas, no cambia el hecho de que la ley es muy vaga y queda abierta a interpretaciones”, afirma Yohanes Sulaiman, profesor asociado de Relaciones Internacionales de la Universidad Jenderal Achmad Yani de Indonesia.

Sulaiman alerta sobre el impacto que la reforma puede tener en la imagen de Indonesia -”cualquiera podría acostarse con un turista o inversor y después chantajearlo”, especula- amenazando su buen desempeño en la arena internacional, en especial tras el esfuerzo de Widodo en integrar a todas las partes, Rusia incluida, en el G20.

La misma estrategia por la que el dirigente acomoda ahora las demandas de los grupos islámicos, una compleja apuesta mientras Indonesia se erige como una nación moderna de cada vez más peso, pudiendo convertirse en la cuarta economía mundial en 2045.

 

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