Miramar: en las arenas de la memoria

Como gemas, las escenas de esta novela -recientemente reeditada- arman el delicado rompecabezas de una familia que se desintegra en los años setenta

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En “Miramar”, novela de Gloria Peirano que se reedita diez años después con algunas modificaciones, la autora reconstruye la experiencia de una niña cuando su papá se enferma y el proceso de duelo por su muerte a lo largo de los años.

“No conviene escapar del dolor. Especialmente en este sistema en el que vivimos, en el que se nos propone que produzcamos, que tengamos éxito”, dice la autora sobre la fuerza arrolladora que motiva a su protagonista a indagar en el pasado.

“El tipo de movimiento que debería hacer el dolor para incorporarse en un texto es muy difícil –apunta Peirano-: concentrarse en un punto máximo, en una emocionalidad pura; luego retraerse por completo para que su respiración quede, si es posible, en el lenguaje y, finalmente volver a aparecer, transfigurado, relocalizado, cuando el lector termina la novela. A la narración no le interesa el material crudo del dolor ni de ningún otro sentimiento. Es sofisticada, exigente. Ese sería el diálogo que intenté entablar en ‘Miramar’ con aspectos dolorosos de mi vida. Fue una intención, una flecha que se dispara y una mira el arco todavía tenso. Lo mira durante un largo rato. No es posible saber hasta qué punto alguien será alcanzado”.

Mientras algunos le escapan al dolor por lo insoportable de su peso, Victoria, la narradora de este libro que reedita Alfaguara, se dirige en dirección al hueso del dolor e intenta rearmar los días finales de su papá, quien muere de una penosa enfermedad cuando ella es muy chica, y en ese gesto que la lleva a ir uniendo las piezas de un rompecabezas al que sólo accede por partes -una pesquisa compleja que se enfrenta al paso del tiempo de las memorias de los otros- reflexiona sobre la pérdida, la infancia y el amor.

“Es difícil contar cómo se naturaliza el dolor, de qué manera se quiebra su ferocidad. Quiero ser precisa con el uso de las palabras”, escribe Victoria, esta voz que Peirano -novelista, docente y guionista, que acaba de estrenar “El piso del viento” junto a Gustavo Fontán- hace dialogar con distintos registros que no se hunden en la tristeza sino que sabe reírse y emocionarse con los hechos que va descubriendo. Como un oleaje, los tiempos van y vienen desde las vacaciones familiares en la casa de Miramar, la complicidad lúdica con su padre, el contexto histórico represivo del Mundial del 78 que tiene a todos en vilo, la incógnita sobre la relación amorosa entre sus padres, el distinto modo de dialogar con el pasado que tiene su hermano, o su presente cuando ya es adulta, divorciada y con una hija.

Hay en la búsqueda de Victoria una pregunta que la lleva a reflexionar sobre su niñez -esa que quedó herida muy temprana- pero también un deseo por ingresar al espacio que habitaba su papá antes de morir, como si en ese tiempo final estuviera enclavada la llave de ingreso al momento más auténtico de una persona porque es el umbral donde la muerte acecha. “Victoria entiende que el pasado implica un problema de información. Persiste algo central en la vida de su padre que ella ignora. La pregunta tiene también que ver con aquello que nunca sabemos de los otros”, reflexiona la autora.

“Cuando escribo una novela - cuenta Peirano-, siempre aparece una frase que la condensa, que nunca está en el texto, una frase que resplandece y permanece ausente, velada, en la presencia de la escritura. Qué sabemos de los otros, sería para ‘Miramar’. Sí, la orfandad temprana cambia la condición de habitar el mundo. El personaje pierde a su padre a los diez años. Y pierde a Miguel, su amor. Todo se trata de reconstrucción”.

 

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