Influencers literarios: cuando las redes son un buen lugar para sugerir libros y despertar lectores

Mientras los bookstagrammers se amplían a distintas generaciones por Instagram, los más jóvenes migran a TikTok para devenir en booktokers. La idea de generar lecturas compartidas en tiempos digitales

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Hay influencers para todos los gustos: los que comparten tips saludables, los que hacen colectas solidarias o los disruptivos en temas como maternidades, masculinidades o crianza. De un tiempo a esta parte, y ya sea en Instagram o en TikTok, los que más vienen ganando espacio son los que comparten lecturas o sugieren algún libro. Y el fenómeno no sólo crece sino que acapara varias edades: mientras los bookstagrammers se amplían a distintas generaciones, los más jóvenes migran a TikTok para devenir booktokers.

“Todas las redes sociales tienen fecha de vencimiento, sin embargo para muchos haber encontrado un grupo de personas con las cuales compartir la literatura no es una moda”, asegura Rocío Colabianchi, creadora de la cuenta @eltiempoentrelecturas, a la que siguen más de 12 mil usuarios de Instagram.

Lo que empezó como un fenómeno de YouTube ahora se mudó a Instagram o redes como TikTok

 

Con comunidades afianzadas, las cuentas bookstagram en Argentina gozan de buena salud y hay para todos los gustos, edades y perfiles, y aunque quienes administran esos espacios no suelen considerar lo que hacen como un trabajo sus publicaciones inciden en las nuevas formas de comunicar novedades y en el engranaje editorial. Como dice Santiago Satz, del Grupo Planeta: “Las y los influencers ocupan un lugar muy destacado a la hora de comunicar y difundir una o varias publicaciones, forman parte del ecosistema en la estrategia de comunicación que implementamos en cada lanzamiento”.

En este compartir hay también un potencial pedagógico, porque en cada contenido no sólo se presenta una reseña-reflexión en formato texto o video. Lo que se promueve es una experiencia integral de la lectura en la que los comentarios y los libros se muestran con el culto a la estética visual: imágenes enmarcadas en escalas monocromáticas, entornos naturales, tazas de café; escenas que recrean una pausa, bibliotecas sacralizadas en su orden y su composición de colores según los lomos de los libros, o a través de reels, ese recurso que IG popularizó de videos muy cortitos.

El proyecto Dime que Lees, desarrollado y administrado por Brenda Algozino, incluye varias plataformas que maridan en la jerga que cada red social exige. A través de @dimequelees, en Instagram, la influencer recomienda libros pero también despliega una experiencia lúdica que convida movida lectora. “El foco está puesto en la lectura como un hábito y en la posibilidad de sumar más lectura a nuestra vida cotidiana. Para ello, simplemente comparto mi día a día en relación a la lectura e intento llegar a un público más amplio, no solo a los lectores y lectoras más habituales. Eso es todo un desafío”, dice Algozino, con más de 28.9 mil seguidores.

Para Georgina Dritsos, especialista en prensa y estrategias en redes sociales que hace muchos años viene siguiendo estas tendencias, lo que hay es “un fenómeno de leer en comunidad, tanto en redes, como en clubes de lectura. Esto incluye desde adolescentes hasta adultos mayores, es algo muy horizontal que seduce a todos los que amamos leer”, dice sobre esta práctica marcada por el tono de cada plataforma, ya que “las distintas redes suponen muchísimas diferencias para la difusión de libros”.

La pandemia contribuyó al espíritu de comunidad que buscan propiciar las redes: “Hay más lecturas conjuntas, más debates, por ejemplo se reúnen a debatir vía Zoom o WhatsApp, porque todos los medios son válidos cuando quieren hablar sobre sus impresiones de libro”, apunta Dritsos.

Tal vez en esa necesidad de compartir se exprese el crecimiento sostenido de bookstagrammers, cuyo origen se despega del exhibicionismo ególatra o del rédito económico -muchas de estas experiencias derivaron en otros proyectos pero no fueron el origen- y se sostiene sobre el gesto de leer y el intercambio. Eso le pasó a Algozino: “Dime que Lees surgió de la necesidad de encontrar personas a las que les guste leer tanto como a mí, personas para charlar sobre las impresiones de los libros que iba leyendo”.

Algo similar describe Colabianchi, cuyo espacio virtual nació de las ganas de “compartir mi mayor pasión, que es leer con alguien, ya que en mi círculo íntimo ni había lectores. Y cuando entré a Instagram me encontré con otra gente que le pasaba lo mismo que a mi”, dice.

No sólo se busca recomendar un libro sino crear una comunidad para compartir lecturas

 

En todo estos influencers hay una convicción casi generalizada de que las redes sociales permitieron amplificar voces y democratizaron el acceso para que cualquiera volcara su pasión. “Cuando era chica, creía que el único espacio posible para hablar de libros o hacer entrevistas eran los medios más tradicionales. Gracias a Instagram pude construir mi propio lugar desde el cual hablar y sigue nutriéndome”, reflexiona Algozino, para quien sugerir o compartir textos no es hacer crítica porque “son formatos y estilos diferentes. Mis criterios para recomendar los títulos son puramente subjetivos y también elijo compartir sólo las lecturas que me gustan. No hablo de los libros que abandono o que no me enganchan porque creo que cada libro encontrará sus propios lectores/as más allá de mis opiniones”.

Por su parte, el creador de @alvinbooks, la cuenta en la que Álvaro Garat comparte sugerencias pero también tips de lecturas, define sus publicaciones “como difusiones de lecturas, recomendaciones y, en máxima instancia, reseñas literarias”, mas que como crítica porque “no considero que me detenga lo suficiente a crear un crítica, principalmente porque, más allá de si lo hiciere o no, no comparto la profundidad de análisis que requeriría tal clasificación”.

Además de Letras, Garat se especializa en Marketing Digital y reconoce que “tanto un booktoker como un bookstagrammer pueden capitalizar su contenido, ya sea bajo el establecimiento de su contenido como un producto, así como la utilización de su audiencia como un medio publicitario para diferentes empresas vinculadas al sector editorial. En mi caso no enfoco mi espacio como algo capitalizable, es una decisión meramente personal, pero debo afirmar que se puede obtener remuneración considerable en estas plataformas”.

Es que con el paso de los años, la consolidación de sus comunidades y el crecimiento de followers estas cuentas empezaron a ser más demandadas. Así lo cuenta Colabianchi: “Como lo hago con mucha pasión y me gusta nunca me puse a pensar cuántas horas semanales le dedico pero la verdad es que son muchas: armar un posteo, sacar la foto, escribir la opinión sobre el libro lleva tiempo. Pero también hay otras actividades como organizar retos literarios o participar en algún compromiso con alguna editorial”.

 

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