Intermitencias de las islas
Edición Impresa | 27 de Marzo de 2022 | 06:38

Por AUGUSTO MUNARO
Daniel Calabrese es veterano de Guerra de Malvinas, lo que hace al poemario un documento tan especial como testimonial. Compuesto en tres partes: “Herramientas de búsqueda”; “Impracticable” y “Disparo en la sien”, el libro jamás cae en la apología del ya mítico conflicto armado entre la Argentina y el Reino Unido; tampoco se trata de un ajuste de cuentas personal entre el entonces soldado adolescente que fue, y el poeta maduro de sesenta años que es hoy. Bien sabe que puede poetizar lo políticamente incorrecto y convertirse en la pesadilla tanto de la burguesía como de la izquierda literaria. Pero Compás de espera, es mucho más que eso, es decir, un ejercicio lúcido de poesía. “Me dieron un fusil viejo / que tiraba hacia cualquier parte. / Enemigos hay en todos lados, decía / el teniente burlándose de mi puntería. / Siempre iba a dar en el blanco.” (“Un metro de nieve”).
El poeta se ha puesto como objetivo decir algo que valga la pena decir y decirlo con pocas palabras, sin énfasis pero con una fuerza que nace de la precisión, del montaje de las frases y de la cuidadosa administración de la entonación y los ritmos. Y lo logra. Asaltado por “algunas emociones intensas que todavía se arrastran”, Calabrese, a cuatro décadas de la contienda, regresa una y otra vez, a la tierra de la memoria. No es un sitio feliz para permanecer, devienen ambigüedades, zonas de dolor, también. Que se expanden, claro, y se cristalizan en el núcleo del poema. El lenguaje no resulta cárcel sino contraseña, conjuro. En sus mejores piezas siempre hay una emotividad sobria, nunca enteramente declarada: la atmósfera del desencanto.
La voz poética de Calabrese se ha caracterizado aquí por una homogeneidad pulida, por la continuación de una acentuación personal. Leer sus poemas, es leer la sensibilidad y la conciencia de un hombre en tensión. A menudo el poeta detiene el tiempo y ve “la vida que corre hacia atrás”. Hace del ayer, un presente continuo. Así es como aún hoy, el otrora soldado, parece estar en Malvinas, fusil en mano, viendo los aviones sobrevolar el cielo. Una espera prolongadísima. Un abril de 1982 eterno. Vivir y revivir, puesto que “a la naturaleza le gusta la repetición”. Versos dolientes: “Necesito detenerme en el centro del olvido / porque no quiero recordar esto”. Y es allí donde combate aquellos territorios disputados entre la realidad y ficción. Cada verso tiene su nervio propio. De este modo, “Formas de identificar”, “Paisaje sumergido” y “Nadie”, en especial, parecen poemas cortados y escritos con cuchillos. Poesía que tensa su sentido y fluye sobre las ruinas de un lenguaje sin época, sin rastros de moda. No se puede hablar de una guerra, lo que significó una guerra, de forma sencilla. La poesía es un intento. Calabrese dignifica cada tentativa. Cada regreso al horror de aquel pasado transformado. Compás de espera lleva una contratapa firmada por el poeta Enrique Foffani.
Daniel Calabrese (Buenos Aires, 1962) obtuvo con su primer libro de poesía, La faz errante, el Premio Alfonsina (1990). Le siguieron Futura ceniza (1994), Escritura en un ladrillo (1996), Singladuras (1997), Oxidario (Premio del Fondo Nacional de las Artes, 2001) y Ruta Dos (2013 y 2017). Se han publicado libros y antologías de su poesía en más de diez países y parte de su obra está traducida al italiano, inglés, francés, portugués, búlgaro, chino y japonés. Es fundador y director de Ærea, Revista Hispanoamericana de Poesía, y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Vicente Huidobro.
Editorial: Alción Editora. Córdoba, Argentina. 2022
Páginas: 113
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