Graciela Tenenbaum: “Las grandes verdades dichas con humor suenan más amables”

En “Mi madre, mi novia y yo”, la actriz le da vida a un personaje desopilante que, entre la irreverencia y la impunidad, conquista a los espectadores función tras función en el porteño Paseo La Plaza

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María Virginia Bruno

vbruno@eldia.com

Cara reconocida de la tevé y el teatro, pero con incursiones recordadas también en la pantalla grande, Graciela Tenenbaum aborda feliz el fenómeno del boca en boca en el que se ha convertido “Mi madre, mi novia y yo”, una de las propuestas más celebradas de calle Corrientes. En esta comedia, que escribió Mechi Bove, dirige Diego Reinhold e incluye además las actuaciones de Sebastián Presta y la platense Vicky Almeida, la actriz le presta el cuerpo a la irreverente e impune Victoria, una mujer que, entre la manipulación, un cariño tóxico y un poquito de hijaputez tratará de que su nuera no le robe a su “bebé”: su hijo de 40 años que todavía vive con ella.

“Soy la elegida”, dice, entre risas, del otro lado de la línea telefónica, una amable y cariñosa Tenenbaum que comienza a repasar cómo fue su arribo a este proyecto al que llegó gracias a un amigo que acercó su nombre a la producción y quedó.

“Muchas veces los productores buscan en cuanto a la convocatoria actrices de mucho renombre y tampoco es garantía del éxito porque el teatro es muy impredecible. Sobre todo acá que, quizás, lo que se tenía que conjugar eran tres estereotipos de personaje totalmente distintos y poder lograr una alquimia para poder contar esta historia”, desanda Tenenbaum para quien, en este éxito, “la única protagonista es la obra”.

Estrenada en enero en el Paseo La Plaza, con funciones de jueves a domingo, “Mi madre, mi novia y yo” muestra a estos tres personajes que se reúnen en la cena de Nochebuena desatando situaciones que entre el delirio, la incredulidad y los discursos políticamente incorrectos tendrán a la platea riéndose desde principio a final.

En este sentido, la actriz celebra el comando de Reinhold, quien, como comediante, “tiene el timing perfecto” para aportar a la dirección de una comedia de partitura que “muchas veces son subestimadas pero que son dificilísimas de hacer porque no tienen los tiempos de una obra dramática: si vos no decís un remate en el tiempo justo o no hacés el silencio en el momento oportuno, se puede caer. Y Diego la tiene súper clara en ese aspecto”.

Tenenbaum, que entre 2009 y 2010 alcanzó la popularidad en la tevé gracias a “Valientes”, la ficción de Polka en la que le dio vida a Máxima, la ama de llaves de los Gómez Acuña que tuvo su historia de amor encantadora con “Huevo” (Alejandro Müller), el amigo de los Morales, dice que esta comedia de embrollos familiares gusta porque “genera mucha identificación” sobre todo porque es un texto argentino que tiene impresa muchos rasgos de nuestra idiosincrasia.

“Uno tiene una madre o una tía o una abuela que ha sido de esa manera o es así”, admite la actriz refiriéndose a los vicios de su atractivo personaje, aunque también reconoce que “hay mucho chico grande aún viviendo con los papás u otros que están en plan de independizarse pero todavía le piden a las mamás que les planchen las camisas y que tal vez, en su intento por irse a vivir solos, sienten un poco de miedo y hasta culpa por dejarla sola”.

De esos sentimientos encontrados se nutre “Mi madre, mi novia y yo”, una obra en la que Tenenbaum pudo aportar desde la composición plena de un personaje intrépido con el que no tiene casi ningún punto en común pero que, por eso mismo, disfruta tanto de jugarlo.

“Le puse todo de mí. Hay una manera particular que yo busco para hablar, con un pensamiento con el que no tengo nada que ver (risas), pero hay un temperamento que se le nota en el cuerpo, más allá de que no hable. Me salió como del alma. Hubo algo intuitivo que me hizo ir por ese lugar y Diego lo compró enseguida”, cuenta.

Su Victoria, “la que siempre gana”, es una mujer con varios matices. Para el afuera, se la ve invasiva, sin filtros ni sentido de la ubicación, avasallante y caprichosa y por todo eso sumamente hilarante. Pero, al mismo tiempo, va dejando al desnudo la estructura de la que está hecha y quizás entonces el público pueda tratar de entenderla porque ella, dice Tenenbaum, “también es víctima de lo que pudo haber sido su vida”.

La comedia se enriquece con algunos precisos momentos de reflexión que, cuando están por desarmar al espectador con la pincelada de drama, lo vuelven a armar a fuerza de gracia. Momentitos que lo harán salir de la sala llevándose algo más que el placer de haber soltado carcajadas.

“La obra toca temas muy profundos y el humor siempre es inteligente para poder expresar lo que uno siente. Las grandes verdades dichas con humor suenan más amables, hace que el mensaje entre mejor”, destaca la intérprete que fue parte de “El mismo amor la misma lluvia” (1999) de Juan José Campanella.

Para la actriz, “la risa es sanadora” y es algo que no se puede disimular. “El aplauso puede llegar a ser protocolar, porque termina la obra y por respeto se aplaude, pero la risa no es fácil de conseguir. Y la gente se ríe de verdad y estamos muy agradecidos porque creemos que empezó a ocurrir algo que tiene que ver con el boca en boca, y mucha gente llega por recomendación. Eso es lo más gratificante que puede suceder con un espectáculo”, remarca.

Con un abordaje moderno en su forma de contar, sobre una atractiva escenografía que ofrece un paneo general del living de una casa barrial de clase media de los años 80, “Mi madre, mi novia y yo” incluye un segmento musical que, entre coreografías, proyecciones y una música muy alegre y dinámica, sorprende y atrapa a los espectadores de todas las edades que copan la sala Pablo Picasso función tras función.

La actriz, cuyo primer gran papel en la tevé llegó de la mano de “Verano del 98” -donde interpretó a Marlene, la madre de los personajes de Celeste Cid y de Romina Richi, un papel chiquito que terminó ganando protagonismo hasta convertirse en central- pero que tuvo también una importante repercusión en “El sodero de mi vida” y, más recientemente, en “100 días para enamorarse”, no es solo un rostro de la comedia.

A lo largo de su fructífera carrera, también le puso el cuerpo al drama en unitarios como “Mujeres asesinas” o cuando contó, en el marco del ciclo Televisión para la Identidad, el caso Cabandié junto a Carlos Belloso y que fue distinguido con el Emmy.

Versátil, Graciela confiesa que no puede elegir entre la comedia o el drama, que todo le gusta porque no es pretenciosa cuando de actuar se trata. “Como me gusta tanto actuar, me pude adaptar a todo: no sólo a los géneros sino también a los formatos porque la tele, el teatro y el cine tienen cada uno su timing y por suerte pude encontrar la belleza en cada una”, celebra, bendecida de los proyectos de los que pudo ir siendo parte a lo largo de los años.

Amorosa, cuenta cuál es su secreto para sufrir menos y disfrutar más, no sólo arriba sino, sobre todo, debajo de los escenarios: “Tengo mucho humor en la vida, tomo mucho las cosas con humor, porque se sobrelleva la vida de otra manera. Es una filosofía de vida agradable para poder soportar momentos adversos”.

 

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