Seguridad, esa palabra tan peligrosa

Por Jorge Luis Vidal, especialista en Seguridad Pública y Analista en Inteligencia Delictual y lucha contra el Narcotráfico

Los libros, y adhiero a ellos, nos dicen que la seguridad es una construcción social, que depende de las acciones de todos y cada uno de nosotros. Del Poder Ejecutivo, del Poder legislativo, del Poder Judicial, de la mano civil armada del gobierno, entiéndase Policía, y de los mismos ciudadanos, de todos y de los mas variados oficios y ocupaciones, que habitan la geografía del país, provincia, municipio, ciudad o pueblo.

A todo esto, yo le agregaría que la seguridad es “un bien intangible”, algo que no se ve, no se siente, no se palpa, y que tomamos cuenta que nos falta o nos hace falta cuando un hecho o situación anómala, inesperada o no, nos saca de esa situación de confort en la que veníamos estando o transitando.

La seguridad no es un bien que se pueda adquirir. No la podemos identificar como producto envasado, suelto, sólido, liquido o gaseoso, que se pueda comprar en un kiosco o farmacia, en un bar o un almacén.

Seguramente, si así fuera, y para sentirnos tranquilos o “seguros”, al salir por la mañana a trabajar podríamos adquirir previo pago, un kilogramo o un litro de seguridad, que nos cubriría por 12 o 24 hs de acuerdo a la calidad comprada. Si la mastica, la toma o se la aspira, será cuestión del tipo de contenido y de envase que usted compró.

Nada de esto es así. Pero si uno hiciera un ejercicio de tratar de identificar la seguridad por parte de la ciudadanía, de que nos dijeran que es la seguridad para ellos, encontraríamos las más variadas respuestas, donde aparecerían palabras como, armas, ladrón, delincuente, ladrón, casa, rejas, alarmas, lesiones, homicidios, etc etc. Pero no me equivoco al decir que de cada 100 respuestas que obtendríamos del común de la gente, la palabra Gobierno y Policía estaría presente en más del 80% en ellas.

Mas móviles patrullas, mas policías. Mas Policías, mas móviles patrulla. Mas medios logísticos, mas policías. Mas comunicaciones, más policías. Mas chalecos antibalas, más policías. Más policías, más armas. Mas tarros de pintura para los móviles patrulla para hacer ver la gestión de cada ministro y gobernador, más policías. Circulo negativo vicioso, que ninguno de los últimos ministros de seguridad de la provincia de Buenos Aires, sin conocimiento, supieron romper.

Mas policías claramente NO es mas seguridad. Mas personas uniformadas y armadas como policías, sin cabal conocimiento y capacitación, es menos seguridad y más peligro. Vamos restando administración tras administración.

¿Cuántos policías nos prometieron para fines de 2023? ¿Cómo 40 mil policías nuevos en territorio bonaerense? ¿Habrá mucha desocupación y gente falta de trabajo o abrieron la tranquera del ingreso para satisfacer los egos y necesidades políticas del ministro?  

En el ultimo congreso internacional de hace solo dos meses y medio sobre Transformación de Fuerzas Policiales de América Latina y Caribe, al que asistí invitado como profesional académico y analista, por el BID y por la Policía Nacional de Colombia, observé que estaban todas las policías latinoamericanas y sus jefes de policía (inclusive ministros de seguridad), a excepción de la autodidacta Policía de la Provincia de Buenos Aires o FBA. No se la considera ni se la tiene en cuenta profesionalmente a quien puede ser vista como una de las mas grande policías de la región del cono sur, en cuanto a número de efectivos.

Ese fue el lugar correcto donde plantear académicamente ante los profesionales de otras policías los dichos del ministro Berni. La respuesta fue casi al unísono. Incorporar 40 mil policías nuevos a una fuerza policial en un espacio de 24 meses, con un curso académico de 8 meses por año, es imposible de concretar si lo que uno busca es egresar verdaderos profesionales de policía con conocimiento operacional y académico.

Surgió en la conversación que actualmente la Policía Nacional de Colombia esta centrada en el “Plan 100 mil”, que resulta de abrir el ingreso a 100 mil civiles aspirantes a policías, para hacer egresar luego de los diversos controles de incorporación y admisión, y de “dos años de curso profesional”, solamente a 10 mil policías.
Si tomamos como válidos y ciertos los estándares de admisión, incorporación y capacitación bianual de la que es considerada la mejor policía de América, el ministro Berni y su sequito tendría que abrir la tranquera a 400 mil civiles aspirantes para entregarnos 40 mil uniformados algo parecidos a policías, luego de un curso de 8 meses. No le cierra el relato, ni los números, ni el tiempo de capacitación necesaria al ministro.

Lo cierto, muy cierto, es que ese pasamanos de gestiones ministeriales, donde cada uno vino con su librito de autodidactas, sin equipos profesionales (salvo lo político) y creyendo que tenían la verdad revelada, nos pone en una situación hoy donde, si bien se pudieron haber realizado otrora algunas cosas bien a lo largo de estas décadas pasadas, igualmente nos hundimos cada vez mas en la seguridad pública.

Estábamos mal, lo seguimos estando, y a futuro se nos presenta el hermoso iceberg con el cual nos iremos a chocar. Quienes pasaron por las filas de la policía de la provincia de Buenos Aires, y quienes están en esta ahora reconvenida Fuerza Buenos Aires, entienden de lo que hablo. El nivel ejecutivo, entiéndase como tal el grueso de la fuerza operacional que cumple tareas en la calle, deja mucho que desear en su conocimiento y capacidad operativa de respuesta. Como lo digo con conocimiento de causa, hoy dentro de la institución de la provincia de Buenos Aires, hay mas gente que se uniforma de policía, que verdaderos policías. Mas gente haciendo su negocio que brindándose a la prevención del delito y resguardo de nuestros bienes y vidas.

Culpables los policías, sí. Culpables aquellas altas jerarquías que conducen, aún más. Culpables los responsables de las inexistentes políticas públicas de seguridad, entiéndase ministros dibujados, sin dudarlo.


 

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