Brian Wilson cumple 80: un genio torturado que legó al mundo una obra única

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Acaso contra todos los pronósticos, debido a los serios problemas de salud mental que atravesó durante gran parte de su vida, agravados por el excesivo consumo de drogas lisérgicas, cumple 80 años hoy Brian Wilson, el genio musical de los Beach Boys, creador de grandes éxitos que dieron vida al llamado surf rock, pero también responsable de monumentales piezas conceptuales, como el determinante disco “Pet Sounds”.

La historia del hombre que puso a bailar al mundo en los ‘60 al ritmo de “Surfing in the U.S.A”, “Fun, Fun, Fun”, “I Get Around”, “California Girls” y “Barbara Ann”, entre tantos, ha sido ya relatada en una biografía y una película, pero no deja de sorprender por la cantidad de dificultades a las que debió sobreponerse: desfilaron por su vida un padre abusivo, problemas de salud mental, excesos con drogas lisérgicas y un terapeuta controlador, que lo mantuvo encerrado y medicado buena parte de su vida adulta.

Pero a Wilson le alcanzó con un ratito en los 60 para marcar la historia de la música: creó mil pegadizos hits, pero en 1966, con “Pet Sounds”, consiguió despertar la envidia incluso de Los Beatles. Aquella obra casi lo consume: Wilson perdió definitivamente la cordura cuando, tras ese logro, quiso crear una obra maestra definitiva, la inacabada “Smile”.

Los Beach Boys y Los Beatles estaban entonces en una especie de guerra musical, que comenzó cuando Wilson, buscando ampliar los límites estilísticos del grupo contra la voluntad de su padre que quería seguir ganando dinero con hits playeros, cayó rendido ante la primera escucha del entonces flamante disco “Rubber Soul”. Aquel, pensó Wilson, era un disco sin rellenos ni singles, con atención puesta en cada arreglo, sin instrumentaciones automáticas. Así nació “Pet Sounds”, un maravilloso disco plagado de bellas armonías y brillantes orquestaciones.

La película “Love & Mercy” (2014), con un excelente Paul Dano como Wilson, retrata el ambiente de grabación de “Pet Sounds”, la cima de una mente creativa en ebullición que, más allá de guitarras y teclados, quería usar violines, vientos, percusión de todo tipo, un “theremin” y hasta ladridos de perros y timbres de bicicletas. El resultado fue una joya de pop sofisticado, una maravilla melódica que combinaba una orquesta multicolor, camino ya de la psicodelia, con las siempre pluscuamperfectas armonías vocales de The Beach Boys.

Paul McCartney se maravilló con esta placa y pergeñó “Sgt. Pepper’s...” para superarla. Wilson intentó doblar la apuesta con “Smile”, e intentó potenciar su creatividad con una excesiva ingesta de LSD mientras se obsesionaba con los sonidos al punto de llenar el piso del estudio con arena para “sentir el mar” mientras grababa, o poner brasas para crear la sensación de un incendio. Todo para luego escuchar en la radio “Strawberry Fields Forever” y determinar amargamente que “ya está, ya lo hicieron ellos”

Un padre abusivo, un enfermero controlador y las drogas desfilaron por su vida

 

La obra naufragó en el espiral descendente a nivel mental en el que había caído este artista, lo cual también lo había alejado de Los Beach Boys, que siguieron su camino sin él e incluso tomaron su disco inconcluso como base para producir el inocuo “Smiley Smile”. Al errático andar de Wilson se le sumó el consumo de cocaína. La llegada del polémico terapeuta Eugene Landy lo ayudó a sacarlo de ese lugar, aunque a cambio de un control estricto sobre su vida, el cual se extendió al manejo de sus bienes, la firma como coautor de sus canciones y la participación en las ganancias.

Limpio de drogas y de vuelta al éxito en los ‘80 en su regreso a Los Beach Boys con el tema “Kokomo”, Wilson encontró un nuevo y definitivo amor que lo ayudó a tomar distancia, incluso a través de resoluciones legales, de su terapeuta, y lo alentó a terminar “Smile”, sin que le importara si alguna obra de otro artista lo superara. Finalmente, en 2005, editó “Brian Wilson Presents SMILE”.

 

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