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Deportes |¿Y dónde están los libros?:

A 70 años de la intervención del gobierno peronista a Estudiantes entre 1952-53

La CGT acusó al Club de no repartir “La razón de mi vida”, de Eva Perón y obligó a toda la CD a renunciar. Al año siguiente, el descenso

A 70 años de la intervención del gobierno peronista a Estudiantes entre 1952-53

Los ejemplares de “la razón de mi vida” que no fueron repartidos desencadenaron la intervención / Archivo

Martín Cabrera

Martín Cabrera
mcabrera@eldia.com

23 de Junio de 2022 | 04:25
Edición impresa

Estudiantes tiene una rica historia vinculada a títulos, consagraciones y gestas; también algunos momentos de floja cosecha y derrotas. No escapa a la lógica de la mayoría de los clubes de nuestro país y el mundo. Pero tiene, además, un capítulo, increíble de entender en tiempos modernos que le costó caro y dejó una huella muy fuerte en su momento: la intervención del Gobierno que sufrió en junio de 1952 de la cual se cumplen 70 años e invita a sumergirse en un complejo contexto para poder entenderlo. Es imposible hacerlo con una mirada del presente, aunque también parece difícil hacerlo sumergiéndose en el pasado.

Los hechos más importantes sucedieron entre el 16 y 23 de junio de ese año, pero hubo gestos previos y consecuencias posteriores que hoy en día serían inaceptables. Nunca más una Asociación Civil del tamaño del club en cuestión sufrió lo de Estudiantes en 1952 por algo alejado de lo deportivo. ¿Qué fue lo que pasó? Veamos...

Antes del mediodía del lunes 16 llegó un mensaje del corazón de la Confederación General del Trabajo (CGT): convocar a una movilización en la plaza San Martín de La Plata. ¿El motivo? La “traición” del club Estudiantes a las figuras del General Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, las máximas figuras políticas de la época.

“¿Y dónde están los libros”. El delegado platense de la CGT Luis Suárez se apersonó en la sede de avenida 53 para constatar la denuncia anónima de un empleado. Sin orden judicial ingresó con un grupo de personas y fue al subsuelo donde encontró los 2 mil ejemplares de “La razón de mi vida” (obra emblemática del manifiesto peronista escrito por Evita y próximo a ser lectura obligada en las escuelas bonaerenses). Esos libros debieron ser repartidos entre sus socios pero por decisión nunca sabida se guardaron y fue tomado como una falta de respeto, un “acto de estupidez” y una ofensa.

De inmediato el propio Suárez le pidió la renuncia a toda la CD e incluso amenazó que si no lo hacían la muchedumbre que se estaba congregando a metros iba a tomar acciones por mano propia. Por la tarde el presidente albirrojo César Ferri, dos vicepresidentes y un secretario se reunieron con Suárez y propusieron renunciar ante la Dirección de Personas Jurídicas, lo cual no fue aceptado: “Los dirigentes obreros están decididos a proceder serena pero severamente”, respondieron. Los presentes entregaron su renuncia allí mismo, sin más defensa. Desde Estudiantes intentaron explicar que la idea no era no repartir los libros sino que estaban definiendo cuándo hacerlo.

Mario Sbuscio
Era socio de Estudiantes y fue designado como interventor en 1952. Un año después, cuando el descenso era un hecho dejó su lugar a Caro Betelú.

“Cerebros atrofiados no quieren reconocer el momento histórico que vive el pueblo argentino. Son hombres que moran encastillados en algunos clubes sociales, llevando su existencia a margen del pensamiento de la gran mayoría de los argentinos”, gritó durante el acto el delegado, al tiempo que el diputado Rojas Durquet aclaró que no era nada en contra de Estudiantes sino “contra once tarados mentales que estaban ocultando la voluntad de un pueblo”. José Espejo, uno de los secretarios generales calificó a los dirigentes de “degenerados” y autores de un “atropello”. Además sentenció: “La CD dio la orden de esconder los libros, pensando que no nos íbamos a enterar, pero si hasta Dios es peronista”.

El 18 de junio renunciaron todos dirigentes y dos días después se conoció el decreto firmado por el gobernador Carlos Aloé: el 23 de junio asumirían en la sede albirroja las nuevas autoridades, coordinadas por el interventor Mario Sbuscio. Esa tarde estuvieron el primer mandatario bonaerense, el comisionado de La Plata Juan Carlos Parodi, la plana mayor de la CGT y los presidentes de todos los clubes de la Región.

Fue tal el control de la intervención que a los pocos días de conducción se designó al estadio en 57 y 1 como sede de la jura a la bandera de los conscriptos de la clase 1931. Hubo un acto cívico militar sin precedentes, con discursos políticos y mucha propaganda.

César Ferri
Fue elegido como presidente en 1951 y obligado a renunciar en el ‘52. Regresó al Club en 1955, cuando tras el golpe a Perón renunció Caro Betelú.

EL PREÁMBULO

El 17 de noviembre de 1951 se produjo en el Club un suceso que marcaría un quiebre y sería un actor principal en los sucesos que sucedieron más adelante, ya mencionados: el triunfo del ingeniero César Ferri sobre el Dr. Orlando Greco en las elecciones realizadas en la sede Pincha.

El triunfo fue Ferri por 2.363 votos a 1.241 votos fue un gesto que no pasó desapercibido. Una semana antes la fórmula Perón-Quijano había superado a Balbín-Frondizi por casi dos millones de votos de diferencia. Se señaló lo sucedido en La Plata como una revancha radical o “de la oligarquía”.

A Ferri, que fue vinculado al radicalismo, lo apoyaron los sectores más tradicionales del club, como Jorge Hirschi, Nolo Ferreira, Saúl Calandra, Rufino Tolosa, Oscar Gutiérrez y Jorge Isla, entre muchísimos que firmaron una solicitada. Del otro lado, el citado Luis Suárez, de la CGT.

EL FINAL

En paralelo, con la intervención, comenzaron los problemas económicos y los reclamos de los jugadores del plantel, que exigieron el pago de sueldos atrasados. Para noviembre de ese año se decretó una huelga y las autoridades decidieron suspender a los trabajadores y presentar equipos con juveniles de Reserva y Tercera. En ese tramo del torneo hubo derrotas varias y algunos empates. El dato saliente: en un partido contra Platense, el 8/11, los propios futbolistas repartieron volantes en los accesos al estadio para que los hinchas supiesen su versión.

A final de 1952 los “dirigentes” tomaron la medida de vender a casi todo su plantel por cifras irrisorias. Por ejemplo, el Huracán que presidía Tomás Ducó compró a los goleadores Beto Infante en 400 mil pesos, a Manuel Pellegrina por $250 mil, al arquero Saúl Ogando por $200 mil y al delantero Giosa por $150 mil. Los de Parque Patricios pagaron $400 mil en efectivo y el resto en 11 cuotas de 60 mil. Para comprender el desguace: Estudiantes le había pedido $1.250.000 pesos a River por Infante un año antes, consignó años después el libro “Estudiantes y la razón de mi vida”.

Con un plantel remendado, sin el Mocho Viola como DT y los problemas imaginables, Estudiantes fue último en el torneo de 1954 y descendió por primera vez en su historia. Antes que eso ocurriese Sbuscio y su gente dio un paso al costado para dejar en la presidente a Raúl Caro Betelú, por ese entonces miembro de la Suprema Corte de Justicia. Asumió un 13 de junio, pero la suerte ya estaba echada. Con su CD el equipo volvió a la “A” y llegaron momentos gloriosos. Pero el capítulo de la intervención fue un episodio que todavía hoy es recordado con estupor.

 

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