El eterno retorno de las quejas por la magnitud de las podas

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Hace ya varias décadas que con las podas en La Plata se reitera, sin solución de continuidad, una situación controversial: las cuadrillas municipales ejecutan las tareas y, casi al mismo tiempo, organizaciones medioambientales y vecinos reclaman en muchos casos por lo que califican como “podas excesivas” o “mutilatorias”. Ahora, la protesta se presentó por la poda de los emblemáticos jacarandás de diagonal 73, esos que le hacen techo con las flores azules del verano, convertidas después, ya en el otoño, en alfombras también azules que cubren la rambla y las veredas laterales.

Tal como se reflejó en la edición de ayer, vecinos y comerciantes de la diagonal afirmaron que esos ejemplares le imprimen un sello característico a la zona y dijeron temer que los ejemplares sufran las consecuencias –habitualmente muy duraderas- de una poda a la que calificaron como excesiva.

En el medio del enojo que desató observar ejemplares “mutilados” y parvas de ramas que no se veían en malas condiciones, muchos vecinos destacaron además que habría que haber preservado a los árboles más jóvenes.

Los árboles de gran tamaño fueron podados durante horas de la mañana hasta el mediodía. “El Municipio sigue destruyendo el patrimonio forestal”, aseguró un vecino. En tanto, otro frentista dijo que “la poda que se le puede hacer a un jacarandá debe ser muy ligera, eliminando algunos chupones, ramas muertas o enfermas, mal situadas, etc.”. Otro vecino se opuso al uso de motosierras para una tarea que es delicada y que debe realizarse con cautela.

Lo primero que debería decirse y a grandes rasgos es que el patrimonio forestal platense necesita una mejor preservación, con reemplazo de ejemplares que están vetustos y con un mantenimiento que debe encararse en base a las pautas que establezcan no sólo las ordenanzas, sino también especialistas como son los ingenieros agrónomos, que no faltan, y de los buenos, en la Ciudad.

Especialistas idóneos que también se encontrarán, seguramente, en el área de espacios verdes en la Comuna, a partir de cuyos testimonios la Municipalidad debiera ofrecer explicaciones técnicas sobre los modos con que se van realizando las podas. Lo que no podría aceptarse, bajo ningún concepto, es que el operativo de poda llegara a ser realizado en modo espontáneo, sin atenerse a ninguna pauta académica.

Asimismo, hace años que se reclama la realización de un censo forestal en La Plata. Convendría también recordar que la ley provincial 12.276, en su artículo segundo, establece con claridad la obligación de los municipios para que en forma anual presenten un plan de forestación y de reforestación. Pero no sólo por una obligación legal, sino por las diversas ventajas que implica el arbolado público, resulta inexcusable para los municipios respetar y acrecentar tan valioso patrimonio. Especialmente, en épocas en las que la contaminación ambiental se ha convertido en un verdadero flagelo sanitario, defender este recurso natural constituye una tarea y una obligación prioritarias para las autoridades responsables.

En el caso de La Plata, no debiera ser necesario reiterar que, al ser fundada, nació con premisas urbanísticas de vanguardia y que, entre las más salientes de ella, figuraba la de contar con un arbolado público de excelencia. Fueron muchas las generaciones que cumplieron con el deber de preservar y acrecer ese patrimonio y, por consiguiente, le corresponde a las actuales proyectar hacia el futuro el mismo legado.

 

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