La volea salvadora indemnizó al León en una prueba muy dura

Necesitaba una alegría de ese calibre para empezar a cerrar la herida copera. Fue dominado por Talleres, pero luchó por tener recompensa

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Por MARTÍN MENDINUETA

@firmamendinueta

En un final de película, Estudiantes consiguió, mediante el golazo de Heredia, mucho. Muchísimo. Tres puntos para crecer en la tabla, enderezar una tarde muy torcida, regalarle una alegría a su gente y, al mismo tiempo, un motivo valedero para empezar a cerrar la herida cruel que dejó la eliminación de la Libertadores.

Pasó del final de partido más odioso que se pueda imaginar, ante Paranaense, a otro soñado por cualquier hincha para definir a su favor una prueba donde no la había pasado bien.

Más allá de que son situaciones de diferente entidad, y que a sus hinchas les importaba infinitamente más continuar en la agenda internacional, el desahogo de ayer, en parte, lo indemnizó de la profunda tristeza sufrida el jueves pasado.

El carácter del Loco Díaz ya parece una cuestión imposible de corregir. El juez no lo quiso expulsar

 

Sin haber jugado en su mejor nivel, y pese a verse superado en varios tramos del encuentro, el León luchó siempre buscando la victoria que terminó consiguiendo cuando parecía poco probable que lo hiciera. Son tres puntos especiales porque llegaron luego de una mezcla de sensaciones opuestas que sólo el fútbol hace convivir con tamaña intensidad. Aunque fueron de competencias diferentes, los dos partidos estuvieron unidos por un hilo conductor sostenido por las emociones.

MUCHAS GANAS Y CASI NADA DE CLARIDAD ANTE UN RIVAL PELIGROSO

Más allá de toda la motivación y el incondicional apoyo que le transmitió su gente, Estudiantes no la pasó bien en el primer tiempo.

La movilidad y el buen trato de pelota de Talleres llevaron al dueño de casa a un terreno de cierta impotencia, donde debía apelar a las infracciones de modo recurrente.

Toda la temperatura emotiva que la multitud generó en la previa fue un combustible útil para los jugadores locales , aunque sólo en los primeros diez minutos sintieron que la lucha era pareja.

Los cordobeses construyeron las mejores situaciones de gol y se lo notó incómodo al dueño de casa; especialmente en la posición de Manuel Castro, que estuvo muy contenido por la responsabilidad de custodiar la banda derecha de la defensa.

En ese primer tiempo, el Pincha pudo haberse quedado con diez. Leandro Díaz, quien a esta altura parece no entender las responsabilidades que le caben en el aspecto disciplinario, fue bien amonestado y después no tuvo mejor idea que aplaudir irónicamente la decisión llevando sus manos muy cerca del rostro de Nicolás Lamolina, quien decidió perdonarle la falta de respeto y no echarlo.

En el complemento, el Pincha mejoró, creó buenas situaciones de gol y ganó. No es poco. Su principal mérito fue haber creído siempre que podía salir feliz de una prueba tan brava.

A partir de ahora tendrá medio torneo para conseguir la meta de clasificar nuevamente a la Libertadores. Allí debiera estar puesta el ciento por ciento de su energía.

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