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Información General |LA PROFESORA QUE AMA Y HACE FÁCIL UNA MATERIA CLAVE

María Inés Baragatti: “A la gente no le gusta la matemática porque la enseñan mal”

Tiene 74 años y se jubiló hace casi 10, pero cada vez que la llaman se pone al frente de un aula y sus clases explotan en las redes. Tiene un grupo de “fans” en Facebook. Sus recursos: preguntar, cuestionar con humor y ayudar a entender el porqué de cada fórmula

María Inés Baragatti: “A la gente no le gusta la matemática porque la enseñan mal”

María Inés Baragatti en la clase de Análisis Matemático para pensar que dio este año / el dia

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

28 de Agosto de 2022 | 04:08
Edición impresa

En las matemáticas está el origen y fundamento de la teoría platónica de las formas o las ideas. Por su invariabilidad en el tiempo, la verdad matemática era el modelo a seguir en todo conocimiento intelectual y, el método deductivo, el modelo de razonamiento ideal para todo saber.

Uno de los pasajes más famosos de las obras de Platón ocurre en el Menon, cuando éste le pregunta a Sócrates si puede probar aquello de que “todo aprendizaje es un recuerdo” y el filósofo llama a un niño esclavo que nunca tuvo entrenamiento matemático, para darle un problema de geometría. El nene equivoca todas sus respuestas, hasta que Sócrates lo guía hacia la correcta a través de preguntas que “agitaron” el conocimiento que ya tenía en su alma.

“La ventaja de la matemática es que es exacta. Lo que se hace es tomar una medida (de referencia) y darla, no importa cuál, sino darla”, se la escucha decir a María Inés Baragatti en una clase de Análisis Matemático para Pensar que ya fue vista por más de un millón de personas en el canal de YouTube El Traductor de Ingeniería.

María Inés tuvo una larga charla con EL DIA el jueves pasado, justo cuando cumplió 74 años, casi 50 de los cuales los dedicó a dar clases de Matemática en la Universidad de Quilmes y en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata, a donde de vez en cuando vuelve para dar una de las clases magistrales que se vuelven furor en las redes sociales. Nunca rechaza el convite, ni cobra por ello, siempre que alguien se lo pida y tenga a las personas enfrente.

“Nunca me tomé licencia. Falté dos días cuando murió mi papá y otros dos cuando murió mi marido”, recuerda, “porque mi mamá falleció un viernes a la noche y el lunes yo fui a trabajar”. Aclara, enseguida, “no es que lo recomiende, yo tenía esa responsabilidad por los alumnos y siempre cumplí con los programas. Pero ahora el país es otro”.

“No soy bruja ni sabia, pero puedo fundamentar todo lo que hago o digo. Si no, no digo ni hago nada”

 

Las pruebas Aprender realizadas el año pasado entre los alumnos de sexto grado del nivel primario mostraron una fuerte caída en lengua - un 44 por ciento presentaba serias dificultades para comprender un texto, cuando en 2018 el desempeño básico o por debajo del básico alcanzaba al 24,7 por ciento de los adolescentes- pero la situación en matemática es crítica desde hace años: se pasó de un 42,6 por ciento en 2018 al 45,2% en niveles básicos.

Baragatti está convencida de que “si a la gente no le gusta matemática es porque se enseña bastante mal. Yo tuve la suerte de encontrarme con gente que era buena y me hizo despertar”.

Para ser justos habría que decir que María Inés creció en una suerte de escuela que su mamá improvisó en la vivienda que la familia tenía en Bernal, para enseñarles a los chicos del barrio antes de ir a rendir examen a las escuelas públicas. “Ella nació en 1917, cuando había maestras, pero no colegios”, apunta esta profesora que se jubiló en 2014 y todavía da clases en la casa que su padre compró en 1966 en el centro de esa localidad del partido de Quilmes.

Reconoce que aquel ambiente y la facilidad que ella siempre tuvo para el aprendizaje la ayudaron bastante, aunque no olvida que fue un profesor del primer año de la secundaria de Quilmes quien marcó a fuego su camino profesional: “Creo que estudié matemática por él”.

Quizás sea por eso que a lo largo de la charla Baragatti destaca más de una vez la importancia de la enseñanza y el método a la hora de evaluar los resultados.

“Ya no se enseña, todo es un decreto”, opina, segura de que ella no “hubiera aprendido matemática tal como la dan ahora”. Y “no importa el lugar”, puntualiza, “lo veo en alumnos de la UTN (Universidad Tecnológica Nacional); del Nacional de Buenos Aires, de Ingeniería y de Exactas de La Plata. La cosa cambió”. Entonces, ¿el problema radica en el alumno o en el profesor, que también fue alumno?

SIN MIEDO A LAS PREGUNTAS

Mejorar, o al menos poner en debate, el perfeccionamiento docente, podría ser una salida del laberinto. “Lo primero que necesitamos es gente que sepa matemática para enseñarla; después, tener una buena metodología”, refiere Baragatti, sin pasar por alto que su formación incluyó didáctica y pedagogía, más allá de los “recursos naturales” de los que ella dispone para “enseñar y motivar al alumno para que lo aprenda”.

Con 1.131 miembros y más de 10 años en Facebook, el grupo “Yo cursé con Baragatti” es el registro más fiel de que María Inés sabe de lo que habla (ver aparte).

“Soy católica practicante y lo menciono muchas veces, pero Dios acá no interviene. A todo hay que demostrarlo y justificar por qué. Cualquier fórmula es traducible a ejemplos completos”, explica, sin dejar de agregar que no le teme “a las preguntas”.

“Los docentes tienen que saber, pero no como decreto. La gente repite, pero no sabe lo que repite”

 

La metodología de razonamiento y deducción choca con el aprendizaje por memoria: “De ese modo repiten, pero no entienden por qué”. Igual que en sus clases, Baragatti pone como ejemplo una charla que mantuvo hace poquito con su único nieto, con las preguntas jugando un rol clave, como en el método socrático.

“Le pregunté cómo se medía algo y me dijo ‘ay, abuela, con una regla’, pero en general no se entiende el concepto de la unidad de medida, en la matemática y en el mundo”. Para explicarlo alude a otro ejemplo cercano: “Mi papá no hizo la escuela secundaria, pero era herrero, tenía que medir ángulos y no lo hacía con un transportador porque era muy complicado; trataba de medirlo con la pendiente, con un palito, con un lápiz. Ahora te lo recitan de memoria, pero no entienden el por qué”. A las definiciones vacías, por repetición, María Inés las llama “decretos”.

Por ejemplo, sigue, el 100 por ciento de las personas “reconoce un rombo y te lo dibuja, pero si le preguntás las características, no te lo sabe decir. Lo sabe con los ojos, pero no que tiene los cuatro lados iguales o que es un cuadrado apretado con varillas. No saben el área del triángulo”, apunta, y podría continuar toda la tarde, pero cierra con un argumento claro: “Justifico todo lo que uso y digo en una clase”.

HUMOR Y LÓGICA

En los años 1964 y 1965 María Inés cursó en dos colegios secundarios de Quilmes de manera simultánea, en el Normal y en el Bachillerato nocturno, porque “las maestras no aprendíamos trigonometría”. Pero, suma, “el nocturno de entonces no era como ahora que van dos horas. Yo iba de 19.30 a 24; mi padre me llevaba y me iba a buscar en auto”. En el quinto año del Normal, recuerda, la materia Prácticas de la Enseñaba demandaba dos prácticas de 6 seis horas semanales en escuelas primarias: “Cuando te recibías estabas habilitada para dar clases”.

En 1966 ingresó en la facultad de Ciencias Físico Matemáticas de La Plata, de donde se recibió cuatro años y nueve meses después, en 1970, cuando ya se llamaba Ciencias Exactas. En 1971 ganó un concurso como ayudante en el Museo de La Plata: “Iba a dar clases al aula Ambrosetti y pasaba por enfrente de los dinosaurios. Solía cruzarme con un profesor que siempre me paraba para decirme ‘señorita, la felicito, porque hasta que usted entró a la clase de oposición yo no había entendido absolutamente nada”.

Cualquiera que haya visto en acción a María Inés puede dar fe de que sus clases tienen mucho de stand up; como si el pizarrón fuera el telón y el piso de cualquier aula su escenario. Los alumnos, el público. Las fórmulas, el guión. “El sonido retumba y esas luces no me dejan ver las caras”, llegó a decir en una de sus últimas presentaciones en Ingeniería. Por eso no es extraño que apele al humor como recurso de enseñanza y a la duda como disparador de aprendizaje.

“Ante un alumno yo no sé de antemano la fórmula de nada. Demanda dos minutos justificar algo. Quiero que me digan por qué es así, por qué hago lo que hago, si yo no soy sabia ni soy maga, simplemente entiendo lo que tengo que hacer”. Y muchos de esos conocimientos que transmite en una facultad, cuenta, ella los aprendió en la escuela primaria. “Trato de explicar el algoritmo, porque ahora una computadora me lo soluciona, pero antes teníamos la tabla de Howell, que era complicada. Por eso teníamos que estar 5 horas en un colegio nocturno”.

Además del humor y las preguntas, de su arcón de recursos siempre rescata Baragatti la lógica, que aplica a cualquier circunstancia de la ciencia y de la vida cotidiana.

En la sede de la biblioteca Moreno, en Bernal, “hay un negocito al que se puede ir a pagar los impuestos”, cuenta María Inés, antes de recordar aquel día en que se negaron a cobrarle porque un hombre dijo que “el supervisor lo había prohibido”. Según la profesora, poco importó que ella preguntara el nombre de quien la había censurado y los motivos, ni que fuera a la comisaría a radicar una denuncia que no le tomaron. Tampoco levantaron la veda sus lágrimas de impotencia, que apenas consiguieron que una mujer policía hiciera aquel trámite por ella. Mucho tiempo después, el mismo hombre que le había comunicado la “medida” le explicó el motivo: “Me dijo que fue porque un día cuestioné un cartel que habían puesto (en el local), para indicar la cola para discapacitados y mayores de 70 años”, ésa que ella no hizo porque “tengo más de 70, pero no soy discapacitada. Tendrían que haber puesto una ‘o’, no una ‘y’”, deducción que, como se ve, enfureció al encargado.

En estos tiempos de generaciones soñando con emigrar, María Inés reconoce que, “si pudiera, con todo el dolor del alma yo también me iría. No puedo comprender cosas elementales que no se hacen en Educación, pero veo también que aquellos que han trabajado decentemente no pueden avanzar. Yo trabajé desde los 22 años y vivo en la casa que compraron mis padres. La única vez que pude tener un departamento lo vendí porque mi papá se fundió”.

 

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