“Sandman”: una saga hecha con la materia de los sueños

Considerada inadaptable durante décadas, la historieta de culto creada por Neil Gaiman sobre Morfeo, el Rey Sueño, se convirtió finalmente en una serie que llega el viernes a Netflix

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Hace ya más de tres décadas, Karen Berger, editora de DC Comics, empezó a trabajar en una nueva dirección para la comiquera, que tomaría personajes olvidados por la historia para darles nueva forma, más adulta, más madura, más oscura. Siguiendo la estela de “La Cosa del Pantano”, le encargó al joven guionista Neil Gaiman, por entonces él mismo una nota al pie en la historia de la historieta, que reviviera a Sandman, un héroe pulp creado en 1939. “Preserva el nombre. El resto es cosa tuya”, le susurró al oído.

Gaiman se lo tomó a pecho, reescribiendo a aquel superhéroe terrenal como Morfeo, el Rey del Sueño, uno de los siete Eternos que, ilustrado por Sam Keith en su génesis, llevaba un aspecto pálido y espigado que, acompañado por prendas góticas en un universo oscuro, parecían inspirados en Robert Smith de The Cure. Keith, sin embargo, contaría más adelante que su inspiración había sido el propio Gaiman.

El resto es historia: publicada por primera vez en 1989, “The Sandman” se convirtió en una serie de culto que enamoró tanto al comiquero que compraba sus historietas cada semana como a la prensa más exquisita del circuito cultural, y que encabezó un movimiento de la historieta estadounidense, y de DC y su subsidiaria Vértigo en particular, hacia un comic cargado de oscuridad, temáticas para audiencias maduras y reflexión sobre el propio medio. Una obra cargada de mitología, y una obra mutante: si bien marcó el tono general de la obra, Keith, que confesaría que se sentía como “Hendrix tocando con Los Beatles”, dejó paso en las sucesivas entregas a otras plumas, como las de Marc Hempel, Dave McKean, Michael Zulli y Jill Thompson, que también ilustraron las palabras de Gaiman.

“The Sandman” se convirtió en una serie de culto tanto para los fans como para la prensa

 

El compendio de ensoñaciones, mitos, historias, héroes y fantasías de Gaiman, y de los distintos trazos que dieron forma a Morfeo, fueron consideradas durante largo tiempo como “inadaptables”, imposibles de llevar a la pantalla. El propio Gaiman así lo consideraba, y así es que durante tres décadas Warner, la dueña de DC, intentó adaptar la historia, sin éxito. “Durante años no quise saber nada con la idea de una versión cinematográfica, ya que sabía que iban a arruinarlo todo”, declaró en su momento Gaiman.

Pero como su historieta, el autor, hoy un consagrado libretista y novelista, cambió: el viernes llegarán a la pantalla de Netflix los once episodios de “Sandman”, que, dirigida por David Goyer y Allan Heinberg, cuenta con la producción ejecutiva de Gaiman, quien finalmente cedió a la tentación de ver a Morfeo desencadenado en las plataformas on demand.

En la serie de Netflix, a Morfeo lo encarna Tom Sturridge, una versión más joven que el que aparecía ilustrado en la página. El extenso elenco, que involucra a figuras como Patton Oswalt, Stephen Fry, Charles Dance, Asim Chaudhry y Joely Richardson (varios de ellos, seguidores de la saga), también modifica género y raza de algunos de los personajes que se pasean por las oníricas páginas de Gaiman, lo cual, como siempre, ha despertado la inquietud y ansiedad de sus acérrimos defensores ante la adaptación.

LA TRAMA

Pero la historia de tintes trágicos del Rey del Sueño permanece prácticamente inmodificada en la adaptación de Netflix: el relato comienza con Morfeo capturado por una especie de secta ocultista, prisión en la que permanece por varias décadas. Cuando finalmente consigue liberarse, su reino está en desgracia. Lo que sigue son una serie de viajes de Morfeo, buscando recuperar su poder y restaurar su reino perdido.

La serialización, que hermana a la televisión y a la historieta como medios, quizás sirva mejor, entonces, a contar la historia que soñó Gaiman. El cine que rechazó Gaiman habría recluido las mil y una noches de Sueño a anécdotas de fondo, a retazos, mientras que la serie incluso consigue algo de la diversidad de trazos de su original: si en la historieta hay decenas de ilustradores que visten a la serie con diversos ropajes, en la serie, que adapta (y reescribe, en algunos casos) las tramas de “Preludios y nocturnos”, primer volumen, y adelanta algo del segundo y tercer volumen, cada episodio marca un cambio de tono y de paso respecto a su antecesores.

Tras liberarse de la prisión, Morfeo busca recuperar el poder y restaurar su reino perdido

 

El propio Gaiman definió el piloto, que escribió, como “un capítulo de ‘Downton Abbey’, pero con magia”: pero después de aquella incursión en un mundo similar al de las películas de Harry Potter, “no podrás impedir un ‘qué diablos es esto?’ al llegar al segundo capítulo”, lanzó el autor. “Si a un espectador no le gusta un capítulo de ‘Juego de Tronos’ es probable que no le guste ningún otro. Con Sandman, en cambio, se trata de sorprenderte”.

Pero por supuesto, a través del mundo de la Ensoñación y del Infierno, a través de aventuras y desventuras, y a través de imágenes fantásticas conjuradas a la pantalla, entre aciertos y desaciertos, por las mágicas computadoras, el Sandman de Tom Sturridge mantiene, a lo largo de estas mutaciones, su icónico aspecto: ese personaje que Sam Keith dibujó pensando en Gaiman refleja en su palidez y la negrura de sus atuendos el universo gótico tan en boga en aquellos años. Morfeo y su mundo son, al final, “un producto ligado cien por cien a la escena post-punk y gótica de finales de los ochenta y principios de los noventa. Reinaba por entonces en la cultura popular una sensibilidad mórbida y nihilista que cristaliza de modo inmejorable en Sandman”, según explicaron Elisa McCausland y Diego Salgado, autores de “Sueños y fábulas: historia de Vértigo”, en una entrevista a El Diario de España.

Quizás por eso Gaiman inscribió en la historia personajes y temáticas poco habituales en la ficción mainstream de la época. “Sandman abordó cuestiones de género, sociales y metafísicas desde perspectivas inéditas. Pero nuestro presente cultural es incapaz de reformular con credibilidad esas características en sus propios términos, a fin de marcar un hito de alcance semejante a los de obras generadas hace veinte, treinta o cuarenta años”, afirmaron McCausland y Salgado. Y dispararon: “Antes de decir que el cómic sobre Sandman es anticuado, vale la pena preguntarnos qué nos ofrece hoy por hoy lo nuevo, lo ‘moderno’, más allá de un pálido reflejo del pasado y la imposibilidad de invocar horizontes de futuro”.

 

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