Las huellas de los cátaros en tierras catalanas, perseguidos por “herejes”

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Al repasar la historia de Cataluña, no puede dejar de mencionarse a los cátaros, un movimiento cristiano que fue en el siglo XIII blanco de una cruzada de exterminio, emprendida por el papado y los reyes de Francia. Los cátaros (en griego, puros) se extendieron por el sur y sureste de Francia, norte de Italia, partes de Alemania, Cataluña y Aragón, donde formaron comunas e iglesias respaldados por los nobles y la burguesía de esos territorios. El término cátaro, que significa “puro”, es peyorativo y dado por sus adversarios. Ellos mismos se autodenominaban “hombres buenos”, “señoras buenas” o “buenos cristianos”. La herejía cátara se formó en gran medida en oposición a la Iglesia católica. Los cátaros eran ascetas, pretendían volver a la “Iglesia de los Apóstoles” y vivir su fe como los primeros cristianos. Rechazando los sacramentos de la Iglesia, reprocharon al Papa y al clero su opulencia y corrupción.

Para los cátaros no había un solo dios, sino que existían dos realidades opuestas: el bien y el mal, y dos divinidades irreconciliables, Dios y Satán. El primero era el creador del mundo espiritual y el segundo había creado todo lo material: el mundo y sus criaturas. El espíritu vivía prisionero en los cuerpos de los hombres, atado por los deseos y las pasiones. Jesucristo, hijo de Dios, era un ser puramente espiritual que vino a la Tierra para proporcionar un bautismo que garantizaba la salvación, el “consolamento”. Rechazaban el símbolo de la Cruz y también creían en la reencarnación, hasta que el alma estuviera preparada, tras varias vidas terrenales, para encontrarse con Dios.

Tras la eliminación de los cátaros en el sur de Francia, los que quedaron terminaron afincándose en pequeños grupos sobre todo en Cataluña, que pudieron sobrevivir gracias a sus dotes de comerciantes y artesanos.

 

Cátaros

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