Sorprende y preocupa en nuestra ciudad el auge de parrillas clandestinas

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El humo del carbón y el aroma tentador de la carne asada se está sumando en distintos lugares de la Ciudad, de la mano de un verdadero auge en la instalación de parrillas sin habilitación. El fenómeno de la informalidad, que sólo surgía cuando se disputaban partidos de fútbol profesional o, eventualmente, por algún acto político en las calles, ahora se ve multiplicado, ante la proliferación de puestos de venta informales en diversos lugares del casco urbano.

Tal como se detalló en el informe publicado ayer, las parrillas clandestinas llegaron a algunas esquinas y a cuadras, en lugares seguramente considerados atractivos para quienes decidieron explotar ese negocio, de manera informal, claro. Se señaló en la nota publicadaque ante las complicaciones para conseguir trabajo o, acaso, a causa de la pérdida de poder adquisitivo, cada vez más personas se aprovechan de cualquier recoveco en los espacios públicos para hacer un fuego y vender, sin habilitación, unos choripanes u otros cortes económicos de carnes para comer en pan, tipo sandwich.

El artículo publicado ayer ofreció una reseña de los numerosos lugares en los que, de pronto, aparecen casillas humeantes, en donde se ofrecen esos productos. Nada de tener seguridad sobre la procedencia de esos alimentos o sobre medidas de higiene. Mucho menos, debe suponerse, los emprendedores informales cumplirán con alguna obligación tributaria para desarrollar su actividad. Todo es “a la que te criaste” y sin redes.

Sin embargo, la informalidad no sería total. Existen algunos detalles sorprendentes como los que ofrece un carrito instalado en el suburbio, sobre uno de los boulevares perimetrales, en donde el parrillero propone a los clientes la alternativa de que paguen los choripanes y sándwiches de carne con Mercado Pago, mediante un código QR.

En este verdadero reino de la informalidad, pareciera necesario que desde los organismos comunales con incumbencia se advirtiera, con mayor enjundia, sobre el problema que plantea la venta ilegal de alimentos. Que, para comenzar, se advierta a la población que cuando se consumen alimentos en este tipo de puestos se corre el riesgo de contraer enfermedades. Claro, sin dejar de recordar que la venta de alimentos en la vía pública se encuentra prohibida.

Los antecedentes reunidos en torno a la informalidad, las recomendaciones médica que atañen a la higiene debida a los productos alimenticios, debieran servir para que las autoridades tomen conciencia acerca de lo mucho que debe hacerse para ajustar los controles sanitarios sobre los alimentos que consume la población y sobre todos aquellos lugares en donde son manipulados.

Si bien no se conocen estadísticas oficiales actualizadas, se calcula que en la Argentina ocurren unos dos millones de incidentes alimentarios por año, denunciándose pocos años atrás que entre el 40 y el 50 por ciento de la carne que ingresaba a La Plata no pasaba por la verificación bromatológica municipal, aunque ese dato nunca fue confirmado oficialmente.

Lo cierto es que lo complejo del tema, cuya gravedad ha quedado ya debidamente expuesta, exige una evaluación profunda en los más altos niveles. Es imperioso devolver la tranquilidad perdida, en una cuestión de tan obvia sensibilidad.

 

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