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EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES
Jueves por la noche. Una mala planificación me deja sin poder ir a Argentina-Uruguay en la Bombonera, pero disfruto del show de Andres Calamaro en Villa Crespo. Apenas salimos del estadio, vemos que Uruguay está ganando 1-0 y quedan quince minutos. Llegamos a la pizzería más cercana. Imaginaba a la selección nacional acorralando a la celeste hasta llegar al empate. No es así, la primera imagen es la de Leo Messi en media cancha presionado por tres uruguayos. La segunda es la definitiva: Messi pierde un balón en la boca del área, contragolpe uruguayo que parte como un rayo hacia el arco del Dibu Martínez, Nicolás de La Cruz para Darwin Núñez, Nicolás Otamendi no llega, 2-0 y partido liquidado. Marcelo Bielsa en su más pura expresión.
Vi luego el partido entero. Recuerdo en Qatar la figura de “leones africanos”, depredadores de la selva, mortales en la caza, que servía para graficar al mediocampo de Argentina en el Mundial. Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Rodrigo De Paul (y Julián Alvarez y cualquier otro que anduviera por allí) eran leones africanos que recuperaban la pelota casi apenas se producía la pérdida. Pero los leones africanos en la noche de la Bombonera fueron los volantes uruguayos. Del minuto uno al noventa. El primer gol que simboliza recuperación salvaje de un lateral y cruce para que el otro lateral defina dentro del área argentina. Y el segundo (el gol ya descripto de Núñez) cuando el partido terminaba. Fue todo el partido así. Uruguay, con o sin el balón, como dueño de la escena. Y jamás colgado del travesaño. Mordiendo en cada sector de la cancha. Ya habíamos visto al Uruguay de Bielsa ganándole con autoridad a Brasil en Montevideo. Ahora repitió contra la Argentina campeona mundial en la Bombonera. Y todavía hay quienes califican a Bielsa de “vendehumo”.
Argentina, es cierto, no jugó bien el jueves. Falló especialmente esa precisión que caracterizaba al mediocampo no solo para recuperar rápido, sino para jugar luego preciso. No fue casual. La imprecisión fue producto de la presión uruguaya. Será difícil este martes contra Brasil en el Maracaná. Es cierto, el jueves, Brasil volvió a perder en Barranquilla contra Colombia (segunda caída seguida, inédita en eliminatorias). Pero no hay que engañarse. Brasil podría haber estado 3-0 arriba, cuando Colombia revirtió con los dos goles de cabeza en la noche gloriosa de Luis Díaz y terminó ganando 2-1. Brasil no tendrá, entre otros, ni a Neymar ni a Vinicius. Aun así, será complicado. Muy.
Las buenas campañas del Uruguay de Bielsa y de la Colombia de Néstor Lorenzo dan categoría de test a una eliminatoria previsible (es virtualmente imposible que Argentina no se clasifique al Mundial 2026). Es lo mejor que podría pasar. Jamás podría imaginarse uno a Lionel Scaloni relajado. Pero el golpe uruguayo sirve para recordar especialmente que el fútbol sigue siendo un deporte en el que juegan dos. Y que no basta ostentar título o crack. Que la chapa se pone a prueba siempre. Porque, más allá de la voluntad de uno, siempre habrá también un rival con ganas de abollarla. Como lo hizo el jueves el Uruguay de Bielsa.
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