Ocurrencias: perdón, cordialidad y energia
Edición Impresa | 26 de Noviembre de 2023 | 02:23

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
Lo primero que hizo Milei, antes de encargarse de las Leliq y el dólar, fue achicar la deuda flotante con el Vaticano. La Iglesia siempre te hace sentir que estas debiendo algo y en ésta Roma militó contra un Milei que tuvo arranques de hereje indomable y desbordado. Cuando el futuro presidente habló esta semana con el Papa, hizo a un lado sus excesos y puso en valor un perdón remolón y medio borroneado. Por eso Milei esa mañana hizo a un lado los primeros anuncios, desoyó las pretensiones de Macri y Schiaretti y hasta postergó el encuentro con el presidente Fernández. Su primera misión fue hablar con el papa Francisco, que atendió con buenos modales esta emergencia espiritual y que quizá le haya recordado -como dijo Aguilar Camín- que en política, casi todos los amigos son falsos, pero todos los enemigos son verdaderos.
Fue una charla cordial con un presidenciable que había acusado a Bergoglio de ser casi un vicepresidente del demonio. Pero Milei está haciendo un curso acelerado de mansedumbre y pragmatismo: sabe que se puede discutir la presidencia del Senado, pero que primero, antes de jurar sobre la Biblia, hay que hacer las paces con el presidente del Cielo. Mostró que aquel candidato excéntrico y desatado cambió el libreto y dio muestras de respeto y reconocimiento ante quien conduce un gentío mucho más vasto, pero menos pedigüeño y más fácil de pastorear. Se puede cerrar el banco central –pensó- pero hay que tener abiertas las puertas de los templos. El escrutinio le enseñó al Papa que su catecismo se respeta pero en los hechos no siempre se obedece. Su equidistancia quedó en suspenso al jugar abiertamente en las elecciones al lado de un Massa que, en el debate, hizo de monaguillo compungido y le exigió al titubeante libertario que debería arrodillarse y pedir perdón si quería que no se le complicara la eternidad.
Es evidente que el Pontífice los prefiere confrontativos y ariscos. Cristina lo ninguneo y el Papa le enseñó a perdonar y hasta olvidar el pasado. Esta semana, desde San Pedro aceptó las explicaciones de un presidente electo que lo había agraviado duramente. Está claro que al Papa elige los descarriados para estrenar sus mejores perdones. Macri, en cambio, se trató de congraciar de mil maneras, lo tapó de elogios y le fue llevando de a poco toda su familia, confesados y comulgados, pero no hubo caso: la tan ansiada sonrisa papal, nunca llegó.
Hay dos catedrales que siempre acogen los ruegos presidenciales: el Fondo Monetario y el Vaticano
Charla cordial con un presidente electo que había acusado al Papa de ser casi un vicepresidente del demonio
Hay dos catedrales que siempre acogen los ruegos presidenciables. Una es por supuesto el Fondo Monetario, templo de pontífices cambiantes y milagros en efectivo. El otro es el Vaticano, que se encarga de tramitar empréstitos espirituales y algunos salvatajes. Este perdón telefónico de Milei tranquilizó a un equipo de gobierno que en su etapa inicial lo integran angelitos ansiosos por ganar sacristías y repartir bendiciones.
Afortunadamente el clima de buenos modales parece haber sido el dato saliente del encuentro entre las vices, Cristina y Villarruel. Entre mujeres se entienden mejor. Cristina quizá aprendió del Papa a respetar a los que no la obedecen. Hablaron más de una hora, la vice se negó a la foto, quizá por pura coquetería. Pero lo que trascendió es que fue un diálogo amable que al menos vale como un gesto grato entre tanta indignación excesiva.
A otra noticia de la semana fue el anuncio de Scaloni que anda pensando en dejar la Selección porque dijo que le falta de energía, una carencia que utilizó en su momento Marcelo Bielsa para alejarse de ese cargo. Es cierto que la alta competencia desgasta, pero después se supo que esa falta de motivación tenía nombre: Chiqui Tapia, el papa de la AFA, un carrilero indomable y mandón que hace y deshace a su antojo penitencias y salvaciones. Su accionar al parecer desgastó el ánimo y las pretensiones de un técnico que fue un modelo por lo que logró y por lo que irradia.
El Papa quiso dar otra muestra de tolerancia y beatitud al ponerse por encima de la coyuntura y saludar al futuro presidente. Milei sabía que la reconciliación era posible. Ya lo había pensado Heine: “Dios me va a perdonar, es su oficio”.
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