El Lobo no deberá repetir los errores que lo llevaron al desempate con Colón
Edición Impresa | 3 de Diciembre de 2023 | 01:53

Facundo Aché
fache@eldia.com
Desahogo, pero no festejo. En esos términos se refirió Leonardo Madelón al triunfo frente a Colón en Rosario. “Los tiraron a la parrilla a los pibes de 20 años y el desahogo es este. Dejaron al club inhibido, con deudas, sin pretemporada. Lo que hicieron con Gimnasia no se hace”, dijo Pablo De Blasis en esa misma línea. Por eso, más allá de la descarga tras un año tremendo, no hay nada que festejar.
Al margen de la herencia recibida, la actual conducción de la institución tendrá que aprender de sus propios errores para no vivir otro año tan desgastante como este. Un resultado adverso el viernes pudo ser muy caro: una Primera Nacional de 38 equipos, hostil, con menos ingresos, carencias múltiples y arbitrajes que hacen ver primera división como un paraiso deben ser parte de una realidad (por suerte) alterna que no hay que descartar de los análisis. Esta vez, entró la pelotita de Colazo en el arco de Ibáñez y esa es la realidad de Colón, gigante para una Primera Nacional que acaba de ascender a Independiente Rivadavia y Deportivo Riestra a la máxima categoría.
Gimnasia debe encontrar un camino intermedio, para pasar del gasto en un agujero negro a la inversión cero de la actual Comisión Directiva. La gente de Gimnasia, que en el Parque Independencia dio una muestra más de su fidelidad blindada a toda prueba, respaldó las decisiones originales de Mariano Cowen y su grupo de trabajo. Tuvo fe en Chirola Romero y en los juveniles, cuando alcanzaban los dedos de una mano para contar referentes que debían conducir a los pibes del plantel.
Con ese respaldo absoluto a pesar de más derrotas que victorias -incluidas la Copa Argentina y una Sudamericana que debió afrontarse en mejores condiciones y debería ser costumbre-, Gimnasia debía llegar a la orilla, al final de la Liga Profesional, para barajar y dar de nuevo, con los refuerzos que el equipo necesitaba. Sin embargo, hubo casi nulo acuerdo entre Sebastián Romero y la Secretaría técnica a la hora de incorporar, y un exceso de confianza que permitió cuatro ventas en un plantel al que no le sobraba nada y le faltaban unas cuantas caras de experiencia. Algunos como el mismo Pablo De Blasis, Cabral y los uruguayos Abaldo y Saravia, llegaron para aportar mucho. No alcanzó para evitar llegar a un partido 42 para definir la permanencia en la máxima categoría.
Esa incondicionalidad del triperío no merece semejante sufrimiento. Por eso, la gran enseñanza que deberá tomar la dirigencia es que el fútbol profesional implica inversión y que los tiempos de los juveniles no son siempre los mismos y- a veces- algunos no llegan. Ahorrar, a veces, sale muy caro. Esta vez, el abismo estuvo demasiado cerca.
Vendió mucho y reinvirtió poco, por lo que terminó al borde del precipicio en un desempate
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