EE UU apuesta por las energías limpias para convertirse en la nueva superpotencia mundial
Edición Impresa | 26 de Febrero de 2023 | 04:34

En un enorme hangar de Quonset Point, Rhode Island, los soldadores apuntan sopletes ardientes a planchas de aluminio. Se está dando forma a los cascos de tres nuevos barcos de unos 27 metros de eslora cada uno. El primero zarpará en primavera boreal para transportar a los trabajadores que se encargan del mantenimiento de los aerogeneradores de la costa de New England.
Estados Unidos apenas cuenta con un sector eólico marino al que puedan prestar servicio estos buques. Pero a medida que la administración Biden acelere un plan para descarbonizar su sector de generación de energía, brotarán turbinas a lo largo de su litoral, creando demanda de servicios en astilleros y centros de fabricación desde Texas hasta Nueva York.
Senesco Marine, el astillero de Rhode Island, casi ha duplicado su personal en los últimos meses con la llegada de nuevos pedidos de transbordadores híbridos y buques más grandes para el traslado de tripulaciones. “Todo el mundo me dice que la recesión en EE.UU. es inevitable”, afirma Ted Williams, exoficial de la Marina estadounidense y actual CEO de la empresa. “Pero no está pasando en la construcción naval”.
Tampoco está pasando en ningún sector de las energías limpias en EE.UU. En todo el país se está produciendo una nueva revolución en áreas que van de la energía solar a la nuclear, de la captura de carbono al hidrógeno verde, y sus objetivos son profundos: rejuvenecer el cinturón industrial del país, descarbonizar la mayor economía del mundo y arrebatar a China, la superpotencia mundial de la tecnología limpia, el control de las cadenas de suministro energético del siglo XXI.
El mundo apenas está empezando a enfrentarse a lo que esto significa. Hace menos de tres años, EE.UU. había abandonado el Acuerdo de París sobre el cambio climático y el entonces presidente Donald Trump pregonaba una era de dominio energético estadounidense basado en la abundancia de combustibles fósiles del país.
Pero ahora el presidente Joe Biden ha aprobado una amplia legislación para revertir la situación. La colosal Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) del año pasado y sus cientos de miles de millones de dólares en subsidios a las tecnologías limpias están diseñados para estimular la inversión del sector privado y acelerar el esfuerzo de descarbonización del país.
“Es realmente masiva”, afirma Melissa Lott, directora de investigación del Centro de Política Energética Global (CGEP) de la Universidad de Columbia. “Es política industrial. Es el fregadero de la cocina. Es una señal fuerte, directa y clara de lo que EE.UU. está priorizando”.
INCENTIVOS
Los incentivos fiscales han hecho a EE.UU. irresistible para los inversores, dicen los desarrolladores de tecnologías limpias, y están captando el dinero de otros países. Desde la aprobación de IRA el año pasado, ya se han comprometido u$s 90.000 millones de capital para nuevos proyectos, según Climate Power, un grupo de defensa.
“EE.UU. es actualmente el mercado más rico en oportunidades, el de crecimiento más agresivo y el más prolífico del mundo para la inversión en energías renovables”, afirma David Scaysbrook, socio director de Quinbrook Infrastructure Partners, un grupo de venture capital en tecnologías limpias. “Y lo será por bastante tiempo”.
En todo el país se está produciendo una nueva revolución en áreas que van de la energía solar a la nuclear, de la captura de carbono al hidrógeno verde.
Pero también es una apuesta para EE.UU. El tono proteccionista y la magnitud de la intervención estatal han alarmado a sus aliados, incluso a aquellos que en su momento le pidieron que volviera a unirse a la lucha mundial contra el cambio climático. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirma que IRA podría “fragmentar Occidente”. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se ha quejado de que supondría una “competencia desleal” y “cerraría mercados”.
Y el esfuerzo subyacente por romper la dependencia de los componentes asiáticos baratos que han acelerado el avance de las energías renovables en los últimos años deja escépticos a muchos analistas. En un momento en que la Casa Blanca se enfrenta también a una inflación alta y a la invasión rusa, ¿puede EE.UU. restablecer el orden energético mundial, crear puestos de trabajo bien remunerados en el sector de las tecnologías limpias y reducir las emisiones al mismo tiempo?.
“No hay ninguna razón por la que las palas de los aerogeneradores no puedan fabricarse en Pittsburgh en vez de en Beijing”, dijo Biden en un discurso.
“NINGÚN PAÍS PUEDE HACERLO SOLO”
“¿Una carrera armamentística mundial por la energía limpia? Sin duda”, afirma Daniel Liu, analista de Wood Mackenzie. “Pero tiene que haber cierto nivel de colaboración porque ningún país puede hacerlo solo”.
En un almacén de Turtle Creek, al este de Pittsburgh (Pensilvania), una fila de trabajadores ensambla baterías de zinc del tamaño de una valija, una alternativa al ión-litio que, según sus defensores, ofrecerá energía a precios competitivos, no inflamable y despachable para hospitales, escuelas y otros usuarios fijos.
Se trata de una cohorte de trabajadores jóvenes, muchos de ellos afroamericanos y veteranos del ejército. “Estamos contratando a gente recién salida del instituto”, afirma Joe Mastrangelo, director de Eos Energy Enterprises, la empresa que fabrica las baterías, con sede en Edison (Nueva Jersey).
Su objetivo para la fábrica es duplicar su capacidad total hasta 3 gigavatios-hora en 2024, produciendo una batería cada 90 segundos una vez que la planta esté totalmente automatizada. La mano de obra también se duplicará, hasta 500 empleados.
“Estamos haciendo esto en un lugar que históricamente fue una antigua economía energética, creando no puestos de trabajo, sino trayectorias profesionales para que la gente llegue a la clase media”, dice Mastrangelo.
El clima ocupa un lugar central en IRA. Pero también se trata de una política industrial a gran escala, cuyo objetivo es renovar la deficiente infraestructura de EE.UU. y crear puestos de trabajo en el sector manufacturero avanzado en regiones del cordón industrial (llamado rust belt o cinturón del óxido) como el oeste de Pensilvania, antaño el corazón de la industria siderúrgica del país.
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