Un profesor cuya vigencia vence a los años y al olvido
Edición Impresa | 2 de Marzo de 2023 | 03:30

“Un derecho administrativo que no se preocupe de las personas no merece llamarse derecho”, escribió alguna vez Bartolomé Fiorini (1905-1976), que fue uno de los últimos y principales mentores doctrinarios del derecho administrativo, cuyas cátedras presidió durante años en las universidades nacionales de La Plata y de Buenos Aires. En esta última, se había graduado en 1927.
Tanto en la de La Plata, como en la cátedra porteña y en sus tratados dejó una verdadera estela de discípulos que ocuparon y lo siguen haciendo altos cargos en la justicia provincial y federal, así como al frente de la materia en las aulas universitarias, además de haber legado principios convertidos en normas que caracterizaron el empuje de la ciencia administrativa en el derecho.
Fiorini se doctoró en jurisprudencia en la UBA en 1940, luego de haberse presentado para aspirar al cargo de profesor adscripto de Derecho Administrativo (parte II). Con esa finalidad fue que brindó cinco clases sobre “Teoría General del Contencioso Administrativo”.
El jurado integrado por Benjamín Villegas Basavilbaso y Horacio Luis Ferrando puso de relieve en su nota de evaluación “las cualidades indiscutibles para la adscripción y el conocimiento a fondo de la materia”.
Poco tiempo después Fiorini escribiría -iniciando así su derrotero como uno de los principales tratadistas en el país- su monografía sobre el tema “El Estado de Derecho y los fundamentos del Contencioso-Administrativo”. Se habla, claro está, de una disciplina que se encontraba en ciernes, que en Francia recién despegaba con la doctrina del “abuso del derecho” y que recién se vio plasmada en nuestro país con posterioridad a la década del 40, incorporándose institutos novedosos en la reforma de la Constitución de 1994.
Pasa el tiempo y no deja de ponderarse la influencia doctrinaria de Fiorini sobre cláusulas que hacen a la consolidación del fuero contencioso-administrativo, es decir a la disciplina jurídica que rige las relaciones del ciudadano con el Estado.
Temas muy concretos, como los relacionados a los derechos del consumidor, a problemas de salud, de vivienda, reclamos por daños, responsabilidades médicas, cuestiones surgidas por el empleo público, impugnaciones de actos administrativos y otros formaron son parte del rico patrimonio académico y doctrinario que consolidó Fiorini.
HOMENAJE
El 24 y 25 de noviembre de 2005, treinta años luego de su muerte, la Facultad de Derecho de la UNLP tributó un homenaje al profesor Fiorini, en sesiones presididas por la doctora Inés D’Argenio, una de sus discípulas que durante años actuó también como secretaria de demandas Originarias de la Suprema Corte.
El tema que se trató entonces fue el de “Transparencia en el ejercicio de la función administrativa”, con un panel de expositores que se caracterizó no sólo por la presencia de profesores de la especialidad, sino de ex alumnos de Fiorini.
Uno de estos últimos, hoy profesor en la materia, recordó que su formación a cargo de Fiorini se había concretado en la facultad de derecho de la UBA y que allí se estudiaba el derecho administrativo con los libros de Rafael Bielsa, pero que además había recibido la influencia “fiorinesca” en el ámbito del desaparecido Instituto de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, del cual Fiorini había sido Director, al acceder a la titularidad de la cátedra en reemplazo del fallecido Bielsa.
Ismael Mata, profesor titular de derecho administrativo en las universidades de Buenos Aires, la Austral y la de Rosario, aludió recientemente a la vigencia de Fiorini pese al tiempo transcurrido, tanto en sus libros y artículos publicados, como “en el corazón de sus discípulos y amigos y en las instituciones a las que dedicó su inteligencia, trabajo esforzado y hombría de bien”.
Y esa presencia, agregó, “no es sólo el recuerdo movido por el afecto, sino la fuerza de un modelo de conducta que hoy nos ilumina y sostiene en una sociedad y un tiempo marcados sombríamente por una crisis moral e institucional que parece no tener fin ni remedio”.
Mata añadió en su condición de docente “Fiorini nunca impuso su opinión ni la lectura de sus propias obras”, ya que su acción profunda “estaba dirigida a servir de estímulo al pensamiento y la creatividad de sus alumnos y de esa actitud quienes fuimos sus colaboradores y discípulos, siempre recordamos que cuando fue Director del Instituto de Derecho Administrativo de la Facultad de Buenos Aires, hizo colocar un cartel en la sala de reuniones con un claro compromiso que expresaba: “El alumno tiene amplia libertad para exponer, no pudiendo exigírsele sumisión a ningún texto, autor u opinión de la cátedra”.
Fiorini no fue una figura de gabinete laboratorio, sino un militante lúcido y comprometido que no dejó de dar su testimonio cívico. Así, finalizó diciendo que en 1966, luego del golpe de Estado que llevó a Onganía al poder, Fiorini había escrito: “Al hablar de la legitimidad del poder político, no es necesario escudriñar su contenido y significación en eruditos trabajos universitarios, pues lo comprenderemos mejor a través de los trozos sangrientos y desordenados de nuestra historia patria. El sustento racional de la teoría de la legitimidad del poder se enhebra con el contenido esencial de la representatividad, y toda nuestra historia desde los días de mayo ha sido una búsqueda agudizada para resolver el problema de la legitimidad del poder central fundado en una representación auténtica que asegurara la unidad nacional. La legitimidad del poder central y la unidad nacional son los dos grandes motivos que han impulsado nuestra dramática historia”.
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