Preocupación por la situación que atraviesan los “sin techo” en La Plata

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Opinión Editorial

Diversos testimonios han puesto a la luz una situación “muy crítica” que vienen atravesando las 112 personas que en La Plata viven en situación de calle, carentes de hogar propio o de un asilo que los contenga, sometidos al sol inclemente del verano y, a su vez, al intenso frío de los inviernos, que deambulan por zaguanes y plazas de la Ciudad, privados de toda protección estatal, según denuncian.

Tal como se detalló en una nota reciente, en las últimas semanas murieron dos de estos “sin techo”, afectados por enfermedades que son propias también a personas que viven en situación de calle, mal alimentados y a la intemperie durante las 24 horas del día.

Integrantes de Sumando Voluntades, una de las entidades privadas de bien público que se ocupan de ellos, detallaron lo ocurrido con una mujer que desde hace dos meses paraba en 60 entre 2 y 3. Dijeron que en reiteradas ocasiones quisieron llevarla al parador con que cuenta la institución, pero que se negaba, como suele suceder muchas veces con los llamados “homeless”. Por lo que pudieron observar, presumieron que la había mordido una rata en la pierna. Se le hicieron las curaciones del caso, lograron trasladarla al Hospital San Martín pero hace pocos días falleció mientras permanecía internada.

Habiendo perdido todo –relaciones familiares y sociales, así como sus trabajos- y a pesar de sufrir patologías complicadas muchos indigentes defienden su deseo de no moverse de las calles. Sobre este punto, las integrantes de Sumando Voluntades –que hace años se dedican a proporcionarles ropa y comida en la medida de las posibilidades de esa institución- afirmaron que, por más que quieran vivir solos “tiene que intervenir el Estado y obligarlos a que se atiendan en una guardia, como mínimo”, sin perjuicio de ofrecerles alternativas superadoras.

Añadieron que no sólo resulta doloroso advertir que nadie se haga cargo de esta gente cuando se enferma y que permancen como invisibilizados, sin que ningún organismo público acuda en su ayuda, sino que resulta también inicuo que no se defiendan los derechos humanos básicos, como la vida y la salud, de esas personas.

El año pasado ya se había señalado que, a partir de la gigantesca crisis sanitaria y económica causada por la pandemia, se comprobó la presencia de personas sin techo también en los barrios. “Antes estas personas deambulaban sólo por el centro, pero en la actualidad hay muchos que alquilaban y no pudieron seguir haciéndolo, de modo que no les quedó más remedio que vivir en las calles”.

Tal como se ha dicho, el aporte del Estado resulta ser indispensable. Se han creado en los últimos tiempos muchos organismos de asistencia social que, sin embargo, parecieran estar ausentes para estos casos. Conjugado ese apoyo con el que proviene de la solidaridad comunitaria, puede aliviarse en gran medida la dramática situación que atraviesan estas personas, además de evitar que sigan creciendo en número.

También las personas sin techo requieren de una adecuada asistencia sanitaria, tanto en materia de prevención como de tratamientos ulteriores. En ese sentido, el rol de los centros comunitarios de salud, ubicados en las zonas con mayores índices de pobreza, es fundamental. Debe actuarse con rapidez en medio de la emergencia. La demora puede provocar consecuencias irreparables. En realidad, ya las está provocando.

 

 

 

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