Kicillof y una confirmación no exenta de mensajes cifrados y señales para la interna
Edición Impresa | 7 de Marzo de 2023 | 05:25

José Picón
jpicon@eldia.com
Axel Kicillof dio por terminada la etapa de las insinuaciones. Ayer, luego de abrir cada día un poquito más la puerta a la posibilidad de volver a ser candidato, lo dijo con todas las letras. Se encomendó a la voluntad del pueblo de la Provincia, pero antes, ese lanzamiento seguramente tuvo un aval decisivo de Cristina Kirchner.
La vicepresidenta no estuvo físicamente en la Legislatura. Pero no se privó de hacer un gesto fuerte en ausencia: envió al Procurador del Tesoro, Carlos Zannini, uno de sus hombres de extrema confianza como una suerte de aval, por si hacía falta.
Kicillof devolvió ese gesto con creces. Habló de la “proscripción” de la vice y del intento de magnicidio que sufrió el año pasado la titular del Senado en el ingreso a su domicilio. Fue incluso por más: reivindicó fuertemente la gestión de Cristina de la que él mismo fue parte en su último tramo como ministro de Economía.
Ese primer dato político fuerte aportó otros elementos para el análisis. Kicillof no sólo confirmó que estará en la grilla de la pelea bonaerense: también mostró talante de candidato. Se detuvo en algunos pasajes del discurso para confrontar con la oposición en unos idas y vueltas entre picantes y jocosos. El capítulo que le dedicó al tema educativo fue un ejemplo de ello. Reivindicó que en su gestión no hubo un solo día de paro y descartó que se tratara de un gesto de amistad o afinidad política de los gremios. Dijo que fue producto del trabajo junto a los sindicatos, a la decisión de que los salarios no pierdan contra la inflación y a la inversión en las escuelas. Desde uno de los palcos, aplaudían entusiastas Roberto Baradel, que se ubicó junto a otros dirigentes sindicales que también vienen respaldando la reelección de Kicillof como Hugo Moyano o los estatales Fabiola Mosquera (UPCN) y Oscar De Isasi (ATE).
En un discurso de tres horas, Kicillof procuró desgranar distintos aspectos de su gestión y prácticamente en cada uno de ellos buscó la inevitable comparación con la gestión de María Eugenia Vidal. Ese será, seguramente, uno de los lineamientos básicos de la discusión electoral que el Gobernador estrenó y que profundizará con el correr de la campaña.
La confirmación de la candidatura dio paso a otros gestos. Empoderado, Kicillof realizó una férrea defensa del cuestionado ministro de Seguridad, Sergio Berni.
Lo más jugoso de la referencia no resultó el hecho de que dijera que bajaron los delitos durante su gestión. El Gobernador se felicitó de haber mantenido al mismo equipo de seguridad desde su asunción. Resultó un clarísimo gesto de apoyo a Berni y un mensaje inequívoco a un grupo de intendentes y legisladores del PJ (varios de ellos presentes en la ceremonia) que presionaron infructuosamente para forzar el desplazamiento del ministro.
Ese gesto esconde otra cuestión que tiene, más allá del mensaje hacia la interna del Frente de Todos, vinculación con lo electoral: supone el puntapié inicial para que Berni se transforme en una pieza clave de la campaña en los inevitables cruces que vendrán con la oposición en materia de inseguridad.
Otras dos referencias de Kicillof fueron por demás jugosas. Una tuvo como destinatario al Presidente cuando pidió “mejor distribución del ingreso” y que los sueldos le ganen a la inflación, recetas que viene empujando el kirchnerismo como para marcar diferencias con el rumbo del gobierno nacional.
La otra pareció exponer las visiones no siempre coincidentes y las tensiones contenidas con Máximo Kirchner y La Cámpora. Cuando le tocó hablar del Presidente y de la vice, Kicilof los mencionó por sus nombres de pila. En el caso del jefe del PJ, hizo una distante y desangelada alusión “al diputado Kirchner”.
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