500 metros cuadrados llenos de detalles para habitar con “amor y orgullo”

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Con más de 500 metros cuadrados, de afuera la casa se la distingue por su amplio paredón con una figura circular en su parte superior y un portón de madera con franjas oblicuas del mismo verde esmeralda que la alta estructura del tanque de agua que sobrepasa la pared de entrada. En forma de H y luminosa, Clorindo diseñó una amplio living que conecta el patio delantero con el trasero y a la vez une la parte privada y la social del inmueble. De un lado, a la extensa sala comedor unida por una puerta plegable le sigue la cocina y detrás de esta el lavadero. En el otro ala, caracterizada por el altísimo techo granero normando, se encuentra la habitación principal -que cuenta con cinco ventanas-, un vestidor con claraboya y baño en suite que dan al jardín donde se ubica la pileta con forma de pez, que originalmente fue azul Francia y está decorada con unos cerámicos que hizo la esposa de Testa. En la planta alta, conectados por una escalera con una baranda ondulada realizada especialmente para que no se pueda flexionar el brazo durante todo el recorrido, hay dos habitaciones más y una terraza en la que el arquitecto quiso poner un jacuzzi y obtuvo un rotundo no de los Budiño: “Insistió muchísimo con armar una azotea y nos decía que era para que pudiéramos ver los fuegos artificiales de año nuevo o disfrutar de alguna tormenta”. En el parque se diseñó un espacio de huerta y la parrilla que queda debajo de una galería de glicinas. Hoy todo el exterior de la casa está pintada en un rosa “salsa golf”, como el mismo Clorindo le dijo a Marita que solicitara en la pinturería cuando ella le pidió permiso y consejo para cambiar el amarillo maíz que tenía la obra originalmente.

Las paredes en falsa escuadra, y los detalles decorativos en cada ambiente le dan el toque particular. “Él quiso conservar varias cosas del viejo stud, como las puertas de los boxes y las argollas donde ataban a los caballos, así como también algunos pedazos de tabiques”, explica Marita que destaca que siempre que hubo que cambiar alguna cosa de la casa le pidió autorización al amigo de la familia, y cuando éste falleció en 2013, la propiedad intelectual quedó en manos de sus herederos. “Todas las refacciones o remodelaciones que sentimos que pueden modificar la idea original de Clorindo, las consultamos con quienes están a cargo de sus obras”, aclaran.

“Nos mudamos en el verano de 2001, el calor era agobiante y sólo teníamos ventiladores de techo, pero estábamos felices. Los espacios amplios y luminosos nos dieron la oportunidad de festejar cumpleaños familiares y recibir amigos. La habitamos con amor y con orgullo”, comenta la dueña de casa y reconoce que ahora siente que semejante propiedad le queda grande y, como en toda vivienda de esas características, todo el tiempo hay que estar haciéndole arreglos para mantenerla, “pero mi marido no quiere saber nada con mudarnos a un departamento. Él dice que de acá lo sacan con los pies para adelante”.

 

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