La proliferación de “trapitos” no deja de ser un problema para los automovilistas
Edición Impresa | 21 de Junio de 2023 | 06:12

Ocurre con las malas costumbres, con las infracciones y también con los delitos. En la medida en que las autoridades no actúan frente a esas realidades tan negativas, ya sea que las toleren o ignoren, la sociedad va naturalizando de a poco esas actitudes que, a medida que se permiten, ganan en intensidad y terminan por originar situaciones que bordean el caos.
Así, se ha consentido que la venta ambulante se instale a sus anchas en cualquier lugar de la Ciudad, que los sitios para estacionar vehículos dependan del arbitrio de sus dueños, que los comercios y talleres se expandan hacia las veredas, que una obra en construcción instale empalizadas que impiden por completo el paso de los peatones, y así indefinidamente.
En ese nutrido inventario de anomalías y de ilicitudes que campean desde hace décadas en la Ciudad –frente a las cuales poco y nada hicieron las sucesivas administraciones municipales- figuran cada vez con más protagonismo los cuidacoches o “trapitos” que, tal como lo puso de relieve un informe publicado recientemente en este diario, no dejan de extenderse a nuevas zonas y ahora plantaron su bandera a lo largo de las calles 42 entre 10 y 13, así como en las transversales.
Instalados allí desde las 7,30 hacen lo de siempre: exigen propina a cambio de “encontrar” un lugar y “cuidar” los rodados. Según señalan los vecinos, en más de una oportunidad el trato es violento si el dueño del vehículo no accede al pedido de “propina a voluntad” y no son pocos los conductores que tras el tenso diálogo deciden abandonar el lugar. Los propios vecinos piden que sean retirados de esa zona, que hasta hace pocas jornadas era tranquila y ahora se ha convertido en conflictiva, aseguran.
Lo cierto es que tanto allí como en muchas otros sectores céntrico –todos con el sistema municipal de estacionamiento medido vigente en esas áreas-, se puede verificar la presencia de los trapitos que, dicen, se ocupan de “ordenan” el movimiento vehicular.
Es así que ofrecen privilegios a determinados automovilistas que les pagan una suerte de abono y entonces para ellos reservan lugares con caballetes o baldes de plástico, lavan algunos autos y se ponen violentos con quienes no quieren darles dinero.
Las amenazas de represalia están al orden del día: se trata, por lo general, de una extorsión tácita o traducida luego en rayones o espejos faltantes.
Los vecinos aseguran que la mayoría de los trapitos llegan desde otros distritos y que se registran no sólo casos de peleas y borracheras, sino de amenazas a comerciantes, ofrecimientos de protección a cambio de no romper las vidrieras y hasta de algunas usurpaciones de locales vacíos.
Como se ha dicho, los “trapitos” actúan sobre espacios que son públicos y además en las zonas regidas por el sistema de estacionamiento medido por parte de la Comuna, de modo que hay automovilistas que no se resignan a esa suerte de obligada “doble imposición”, aún a sabiendas de que no responder a sus demandas podría originar graves consecuencias.
Se ha ido tolerando que la presencia de los trapitos convierta al estacionamiento en centro de La Plata en una suerte de riesgosa ruleta rusa para los automovilistas, por los eventuales peligros que estas presencias suelen generar.
El problema se nutre de la angustiante situación socio-económica en la que se encuentran muchas personas, pero eso merece otras respuestas por parte del Estado. Las autoridades no pueden dejar hacer y permitir la consolidación de actitudes intimidatorias, claramente delictivas en algunos casos, que degradan la calidad de vida de todos los ciudadanos.
Acaso para excusarse por su absoluta inoperancia, algunos funcionarios sostienen que se trata de una cuestión menor. Aún si fuera así, que no lo es, el no enfrentamiento y resolución de los problema menores suele convertirse, a la corta y a la larga, en la aparición de gravísimos problemas para la calidad de vida de la Ciudad.
Y hace ya demasiado tiempo que el de los trapitos es uno de ellos.
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