“La grieta es una herida que sangra y que duele”
Edición Impresa | 16 de Julio de 2023 | 02:06

El nuevo arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, llamó a “no fomentar la profundización de la grieta” y pidió “hacernos cargo y no mirar para otro lado” ante “una realidad económica y social que duele y congela el alma”.
Lo hizo ayer durante la misa de inicio de su ministerio pastoral en la Ciudad, que se desarrolló en la Plaza de Mayo, de la que participó el presidente Alberto Fernández, parte de su gabinete, dirigentes políticos y de diferentes ámbitos.
“Hoy estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por Covid en la Ciudad”, dijo. También se refirió a “los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen malabares buscando llegar a fin de mes”.
De 55 años, García Cuerva es considerado un obispo de gran saber académico además de contar con una profunda inserción pastoral, especialmente en el ámbito carcelario, y con una importante trayectoria social en los barrios populares del conurbano bonaerense.
Nacido el 12 de abril de 1968 en Río Gallegos, García Cuerva cuenta con una importante trayectoria académica, ya que es abogado y teólogo.
Fue capellán de varios penales y secretario de la Pastoral Carcelaria del Episcopado y se desempeñó como párroco en la populosa villa La Cava, en San Isidro, así como en otras villas del conurbano bonaerense, un verdadero “pastor con olor a oveja”, como suele definir Francisco a los curas con ese perfil. En su sermón, el flamante arzobispo porteño se refirió también a aquellos que “ya no tienen ganas de seguir; paralizados en sus sueños, golpeados por una realidad económica y social que duele y que congela el alma” y pidió: “Hacernos cargo, no mirar para otro lado”.
“Frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el ‘sálvese quien pueda’ puede volverse un canto de sirenas, el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”, expresó García Cuerva. “No podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza”, agregó.
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