Una de las evidencias que dejó para el mundo la caída de WhatsApp

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Son cada vez más las personas que consideran al fenómeno de la globalización como clave para impulsar el mejor desarrollo económico mundial –entre los muchos otros campos de la actividad humana que se ven alcanzados por ella- sin dejar de advertir que otras personas sienten temor ante su vigencia, en el sentido de que la ven como una tendencia nociva que puede agravar las condiciones de desigualdad en cada país y entre los distintos países. De todos modos, lo que no se puede discutir es que la globalización existe y que se trata de una realidad incontrastable.

Anteayer, por 40 minutos, la aplicación WhatsApp registró una nueva caída en lo que va del año y dejó incomunicada a buena parte de la población mundial, en un corte que también se hizo sentir en nuestro país. Durante ese tiempo nadie pudo enviar ni recibir mensajes tanto en sus teléfonos como en la versión web.

Tal como se detalló en este diario, el problema comenzó pasadas las 17. Apenas minutos después de notar que algo andaba mal los usuarios de numerosos países se apoyaron en otras redes sociales como Twitter para constatar de que fuera una falla generalizada y no solo de sus dispositivos. Rápidamente la palabra “WhatsApp” se convirtió en tendencia evidenciado los inconvenientes que había presentado una vez más la plataforma de Mark Zuckerberg

Tal como ocurrió en otras oportunidades, al quedar incomunicados muchos optan por recurrir y ponderar otras plataformas. Ese es el caso de Telegram, la mensajería de origen ruso, a la que una gran parte de personas tienen en sus teléfonos como respaldo para poder continuar con sus actividades cotidianas en contacto con los demás.

Hasta el momento, desde la empresa Meta aún no habían detallado qué alcances había tenido la caída del servicio. Pero en redes sociales, además de los usuarios argentinos, presentaron sus quejas personas de Estados Unidos, Suecia, Italia, Perú y Paquistán, lo que hace pensar que fue de dimensión global.

La repercusión mundial del problema permite sacar algunas conclusiones, como la de que muchos países no se han incorporado de manera uniforme frente a este universalismo. Esto significa que no todos los países se están integrando activamente a la economía, a la cultura y a los distintos campos del conocimiento a nivel mundial. Lo que podría sobrevenir para ellos en tiempos no muy lejanos no deja de alarmar.

Nuestra ciudad no ignora los beneficios de la globalización. Existieron y se van sumando todo el tiempo numerosas iniciativas orientadas a crear empresas modernas integradas al mundo, además de investigaciones científicas que apuntan a aprovechar los múltiples recursos tecnológicos y culturales que tienen vigencia universal y sirven para mejorar las condiciones de vida de la población.

Si bien es cierto que algunas de las crisis afectan también a buena parte de los mercados internacionales, con mayor incidencia en las zonas emergentes como podrían ser las de África y América del Sur, también es verdad que ningún país con intención seria de progresar está dando marcha atrás en el objetivo de fusionarse al sistema económico y financiero mundial, para lograr crecimientos rápidos y reducir la pobreza.

Todas las épocas imponen desafíos y la actual ha colocado a la globalización como a una de las principales. En lugar de soslayarla, no cabe sino orientar las políticas económicas, sociales y culturales hacia el mejor aprovechamiento de las enormes ventajas que ella ofrece.

 

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