Del rock al jazz: el impacto del sonido en la mente
Edición Impresa | 4 de Septiembre de 2023 | 03:30

La música es una fiel compañera en cualquier momento de la vida, puede ser una aliada vital para relajarse después de un día largo, para acompañar rutinas de ejercicio o para hacer las tareas de la casa. En definitiva, así se trate de la actividad principal o se encuentre en un plano secundario para poder hacer otras cosas, escuchar música es una acción placentera de la que todos disfrutan.
Pero lejos de ser algo simple, el hecho de escuchar música conlleva una serie de procesos neurológicos en el que se ponen en juego el trabajo coordinado de distintas áreas del cerebro, la activación de circuitos y regiones de ambos hemisferios.
Esta actividad cerebral que provoca la mera acción de escuchar música siempre despertó el interés de los científicos que a lo largo de los años emprendieron diferentes investigaciones al respecto. Una de las más recientes, realizada por un equipo de neurocientíficos de la Universidad de California, tuvo grandes repercusiones por fuera de su propio ámbito ya que no solo lograron analizar los procesos que se ponen en juego a la hora de escuchar música sino que también pudieron reconstruir partes de una canción a través de la decodificación de la actividad cerebral.
La canción elegida para el estudio fue “Another Brick in the Wall” de Pink Floyd, según indicaron no solo por ser un tema popular que le gustaba a varios miembros del equipo sino porque se trata de un estímulo auditivo complejo, que dispara una respuesta neuronal distribuida además de la activación de regiones que codifican elementos de orden superior, como coros, armonía y ritmo.
La investigación se llevó a cabo en el Albany Medical Center, de Estados Unidos, en donde los especialistas analizaron la respuesta de 29 pacientes al clásico de la banda británica. Para eso utilizaron la técnica conocida como electrocorticografía, gracias a electrodos que fueron implantados directamente sobre la corteza cerebral de los participantes, en una operación quirúrgica programada previamente con el fin de localizar y eliminar un foco de epilepsia.
Los resultados arrojaron que los diferentes aspectos de la música son analizados y procesados por áreas puntuales del cerebro. Así como el tono y la melodía son abordados por el lóbulo temporal, el ritmo y la armonía son procesados por el lóbulo frontal.
Por otro lado también puntualizaron en como se comporta la actividad cerebral con los distintos géneros. Es que mientras que con la ópera, la música clásica y el jazz se activaban áreas del cerebro relacionadas con la memoria y la emoción, con el rock y el pop la actividad se registraba en las áreas relacionadas al ritmo y a la coordinación. Abriendo de esta manera nuevos campos de investigación dedicados a ver la aplicación de los géneros musicales en diferentes terapias.
Pero tal como se mencionó, los especialistas no solo lograron decodificar la actividad cerebral sino que a través de la misma pudieron reconstruir la canción sin necesidad de recurrir directamente al sonido original. Para esto, tomaron los registros de la actividad neuronal y la trasladaron a un espectrogramas que posteriormente fue convertido en sonido.
El éxito de este estudio -que fue celebrado por toda la comunidad científica- abrió nuevas líneas de investigación que tal como indicaron los desarrolladores del proyecto “podrían tener aplicaciones en la rehabilitación de pacientes con trastornos del habla o del movimiento, ya que la música tiene un impacto significativo en estas áreas. Además, podrían ser útiles para desarrollar terapias basadas en la música para tratar diversas condiciones, como la depresión y la ansiedad”.
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