Una nueva realidad política que desconcierta

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Jorge Remón

Los más belicosos dirigentes de la CGT aparentemente no tienen una estrategia apropiada para la nueva realidad que vive la Argentina. Y aún en los cuarenta años de democracia, un Presidente tuvo un escrutinio tan severo del Poder Legislativo.

Las políticas de los gobiernos se ejercieron con el peso de la decisión total de parte del titular del Poder Ejecutivo. Presidentes de la Nación con mayorías, o casi, en las cámaras de Diputados y Senadores tenían poder y, por lo tanto, se debía negociar con ellos o intentar debilitarlos porque podían ser culpados de todos los males. Además, los partidos tenían verdaderos jefes. Pero todo eso cambió bruscamente en diciembre con la elección de Milei, que no cuenta más que con un puñado de legisladores, aunque con gran audacia.

Los “gordos” ahora tienen que hablar hasta con decena de diputados, senadores y acudir a la Justicia. Además de presionar a gobernadores que influyen sobre integrantes del Congreso.

En ese escenario, lo que finalmente resulte aprobado del DNU, la Ley Ómnibus y decisiones importantes como las que se refieren a las retenciones, contarán con el apoyo de legisladores del PRO, del radicalismo, de peronistas y de independientes. Es decir, que serían fruto de un consenso que contendría hasta personalidades de la política nacional de influencia en la opinión pública, aunque como en el caso del bloque que lidera Pichetto, sólo cuenta con veinticuatro diputados que además no siempre votarán en el mismo sentido.

Es como si repentinamente la Argentina estuviera regida por un régimen parlamentario en el cual, para tomar resoluciones, se debe contar con mucho más que el oficialismo y hasta a veces serán distintas a las propuestas por Milei, que no parece cómodo con las limitaciones impuestas a su poder. A su vez, los legisladores cualquiera sea su origen, antes de votar en un sentido o en otro, seguramente tendrán en cuenta si el aluvión de votos que obtuvo Milei en cada una de sus provincias sigue teniendo vigencia, según las encuestas. Una última complicación es la independencia de la Corte Suprema.

Los “gordos” de la CGT provienen de realidades más simples; entre los de mayor gravitación, muchos llevan más de veinte años conduciendo su respectivo sindicato, mientras el gremialismo se debilitó por la reducción del número de obreros industriales y el crecimiento de las llamadas organizaciones sociales que se consideran como muy circunstanciales aliados. Sin embargo, el gobierno cometería una equivocación si decidiera ignorar el poder de los sindicatos, como el de los Moyano.

Con la declaración tan temprana del paro de ayer, aunque no lo deseara, la CGT se ha convertido en la punta de lanza del peronismo que tiene que hacer pie en las clases medias urbanas, para las que el mejor camino no es el de amenazar diputados o pronosticar la pronta caída del gobierno.

Disparado el primer cañonazo no les quedan muchas opciones a los más belicosos, como le adjudican haber dicho al mismo Sergio Massa. En los hechos, el estratégico silencio de Cristina Kirchner parece estar basado en su convencimiento de que la política económica de Milei lo desgastará rápidamente en las clases medias. Entonces si será el momento de que el peronismo político y gremial reasuma su papel protagónico para canalizar la protesta social.

La CGT es la punta de lanza del peronismo que debe hacer pie en las clases medias

 

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