La Ciudad Platónica de Rafael Oteriño

Edición Impresa

Acaba de ser editado por Proyecto Hybris Ediciones el último libro del platense Rafael Felipe Oteriño -Ciudad platónica- que reúne poemas y expresiones inspiradas en La Plata, su ciudad natal. Muy joven se mudó a Mar del Plata en donde desarrolló su carrera de magistrado civil y en la que formó su familia. Aunque nunca olvidó su lugar de nacimiento.

La ciudad platónica es la que siempre lleva consigo. En ella se asila y emociona, en ella se reencuentra. Cuando vuelve a La Plata se siente íntimo y feliz, como “un emigrado que vuelve a respirar el aire suyo”, según se señala en el prólogo.

La copiosa obra de Oteriño, a la que se suman dos libros de ensayo sobre la poesía, le ha valido ser miembro de número de la Academia Argentina de Letras y miembro correspondiente de la Real Academia Española.

 

ESA CIUDAD

Esa ciudad se apaga cuando me duermo,

las ventanas ya no reflejan el sol,

los semáforos dejan libre el paso de los autos,

las sombras vacilan unos segundos,

atraviesan una puerta y desaparecen;

sobre el mantel crucigrama está resuelto

y una mano dobla las páginas del diario.

 

Nada de lo habitual permanece en pie,

los tranvías giran veloces,

se enturbia el agua de los jardines,

un velo de ceniza se extiende sobre las plazas,

cubriendo el lago, los botes y los remos,

el verde del Bosque desaparece.

 

Arrebatados por una nube,

quedan más solos los animales del zoológico,

se ausentan de pie, las estatuas,

mientras un viento repentino dispersa los colores

y borra, ya sin luz, los cables del teléfono

y el borde cansado de las cosas.

 

Pero, ay, todavía queda algo que no he dicho,

esa ciudad continúa dentro del sueño.

 

LA CASA

Crees que al volver la encontrarás decrépita,

la humedad victoriosa en sus paredes,

sin el tibio horizonte que los cuerpos le daban.

Pero no, ella vive entera fuera de ti.

Engendra diálogos, crea una intimidad

más honda que los besos, no alcanzada

por el ligero resplandor de la luz,

ya para siempre externa.

Las arañas –ecos de la memoria o presencia-

reinventan las rutinas, el metafísico

rolido del tiempo.

 

Tal vez el óxido haya marcado los metales,

pero todo está igual: eres tú el que se ha ido

 

LA CUOTA DE NADA

No se debiera abandonar una ciudad:

se llena de fantasmas.

Los que estaban y no se dejaban ver,

los que llegaron luego,

los que se aprestan para vivir.

 

Los muros se cubren de un musgo espeso

que tú, que allí has vivido,

no deberías ver.

 

La mano traza figuras cada vez más débiles

en los vidrios.

 

Es como ver lágrimas.

Algo que se acaba de caer,

pero penetra muy hondo, y allí se queda.

A esa suerte algunos llaman frutos;

otros, destinos.

 

No deberías decir: yo no soy ese.

No deberías decirlo.

Volver, si puedes, cuando amenacen quitarte

la parte que llevas dentro,

la cuota de nada que te pertenece.

 

Ciudad platónica
Rafael Felipe Oteriño

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