El presupuesto bonaerense 2025, un plan desconectado de la realidad

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Matías De Urraza*

El presupuesto es mucho más que un documento técnico: es el corazón de la gestión, el reflejo del modelo de gobierno que un mandatario busca imponer. Sin embargo, el proyecto presentado por el gobierno kirchnerista bonaerense para 2025 describe una provincia que no existe. Es un espejismo en medio de una economía exhausta por la presión impositiva, que enfrenta diariamente el ahogo fiscal y la inflación.

Mientras el país entero, liderado por el Presidente Javier Milei, se esfuerza por lograr un equilibrio fiscal que alivie la carga sobre productores, comerciantes e industrias, Kicillof elige el camino opuesto. Pretende aumentar los gastos y expandir el tamaño del Estado en un acto que no solo contradice a las necesidades de este momento historia, sino también el sentido común.

Un presupuesto para una provincia imaginaria

Kicillof parece gobernar una provincia que no conoce. Lo que propone no solo es irreal, sino preocupante. Es un presupuesto cargado de ajustes inflacionarios y burocracia innecesaria, que no se adecúa a las necesidades actuales de los bonaerenses.

Un claro ejemplo es la insistencia en mantener estructuras ministeriales obsoletas, como el Ministerio de Transporte, en una provincia que no regula el espacio aéreo ni las vías navegables. Lo mismo ocurre con los Ministerios de Comunicación, Género y Diversidades, y Ambiente, que duplican funciones y gastos ya cubiertos por organismos nacionales.

¿A quién responde este modelo? Sin duda, no a la realidad de la provincia, sino a las necesidades políticas del gobernador. En lugar de adoptar la austeridad que exigen las circunstancias, Kicillof actúa como un adolescente caprichoso que exige un estándar de vida superior al que sus padres pueden proporcionar. Nos encontramos ante alguien que gasta según sus necesidades políticas y no es austero ante la situación de su pueblo.

Ideología sobre necesidades básicas

¿Cómo se puede justificar que las prioridades presupuestarias estén tan lejos de la realidad de los bonaerenses? ¿Es razonable destinar más de 1,4 billones de pesos a políticas de género mientras cientos de escuelas luchan por pagar el gas para calefaccionarse? ¿Qué mensaje reciben los docentes, que enfrentan aulas sobrepobladas y salarios insuficientes, cuando ven que el presupuesto para cuestiones ideológicas supera ampliamente las inversiones en educación?

No se trata solo de cifras, se trata de prioridades. ¿Es justo que, mientras miles de bonaerenses hacen malabares para llegar a fin de mes, los recursos públicos sean dirigidos hacia políticas que no resuelven las urgencias más apremiantes? Estas decisiones no solo carecen de lógica, sino que son una muestra clara de un gobierno que prefiere atender consignas a resolver necesidades.

El contraste con la gestión nacional

Mientras tanto, los bonaerenses miran con asombro cómo el presidente Javier Milei, con una agenda clara de eficiencia y transparencia, agrupa ministerios, elimina estructuras innecesarias y trabaja para reducir el gasto público. En contraposición, Kicillof propone un presupuesto que no solo amplía el Estado, sino que lo hace a espaldas de la realidad económica y social.

La ciudadanía parece entender mejor que algunos gobernantes la época que estamos viviendo. Entienden que no se puede gastar más de lo que se tiene, que la eficiencia no es una opción, sino un deber. El presupuesto de Kicillof, en cambio, parece una lista de deseos desconectados de las necesidades reales de los bonaerenses. Una vez más, el gobernador no logra captar la realidad.

*Magister en Finanzas Públicas (UNLP) y Pro-secretario de Participación Ciudadana de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires

 

 

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