Militares, democracia y la sombra del comunismo

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Corea del Sur es la cuarta potencia económica de Asia, por detrás de Japón, China e India, y desde hace años se muestra en el escenario geopolítico mundial como un estado global clave, comprometido en contribuir al mantenimiento del orden internacional basado en valores de las democracias liberales y férreo aliado de EE UU.

Con 51,7 millones de habitantes, la historia de este Estado nacido con la división de la península coreana al final de la II Guerra Mundial, está marcada por dictaduras militares y progreso.

La economía se caracteriza por la alta tecnología en permanente crecimiento y un modelo que, incluso gracias al K-pop (género musical), pudo avanzar en el mundo pese a un panorama social cada vez más complejo, como lo demuestra la epidemia de suicidios en el país. Pero el fantasma del comunismo agitado por Pyongyang nunca dejó a Corea del Sur, y aún hoy mina un sistema democrático que a primera vista parece occidentalizado, pero con una fuerte polarización política interna.

UN PAPEL IMPORTANTE

En la república semipresidencialista, basada en la división de los poderes, la ley marcial y el autoritarismo para contener posibles desviaciones han jugado siempre un rol importante en momentos de tensión política, protestas masivas o amenazas, reales o presuntas, a la seguridad nacional.

La ley marcial establecida ayer por unas horas y luego revocada por el presidente Yoon Suk-Yeol tras no ser aprobada en el Parlamento, se instauró por primera vez en el país durante la Guerra de 1950 a 1953, cuando el Norte la invadió, se activó de nuevo durante la Revolución de Abril de 1960, en pleno auge de la lucha democrática en el país, que vivió violentas protestas contra el fraude electoral y el autoritarismo, con el ejército desplegado y las libertades civiles limitadas. Volvió a entrar en vigor en 1961, con el golpe que llevó a los 18 años de gobierno de Park Chung-hee.

 

Corea del Sur
ley marcial

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