Los cambios sepultaron a uno y revivieron al otro

Estudiantes sintió las salidas de Altamirano, Sosa y Pérez. River llegó al empate rápido y lo ganó desde los pies de Aliendro

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Estudiantes comenzó la final de la Supercopa Argentina frente a River de manera soñada. El gol tempranero de Javier Correa tras la gran habilitación de Edwuin Cetré presagiaba una noche grande para un Pincha que durante el primer tiempo manejó el trámite del partido y maniató a un elenco Millonario nervioso, al que le costó encontrar los caminos.

Sin embargo, en el complemento todo cambió. Los de Eduardo Domínguez, ya algo más replegados con el 1-0 en su favor, se retrasaron varios metros y apostaron a una contra que nunca llegó.

Eso trajo un desgaste físico muy importante, ya que los suyos debieron correr casi en todo momento detrás de la pelota, y fueron sus hombres más importantes los que lo sintieron.

Primero salió el chileno Javier Altamirano, de buena etapa inicial. Y minutos más tarde José Sosa, el mencionado Correa y también Enzo Pérez.

El DT del León apostó a defender la ventaja con la acumulación de hombres y con piernas frescas, a diferencia de un Martín Demichelis que buscó variantes para abrir la cancha en todo momento.

Las modificaciones, que muchas veces sirven y otras tantas complican, tuvieron ese efecto ayer en el Mario Alberto Kempes. Para desgracia de los platenses, le tocó lo segundo. En tanto que para los de Núñez, lo primero.

Tres minutos después de la salida de Pérez, Solari ingresó al área por derecha, remató de manera muy violenta y la pelota, caprichosa, rebotó en Zaid Romero para descolocar a un Matías Mansilla que se había mostrado perfecto.

Los dos mejores hombres de la defensa de Estudiantes terminaron sufriendo un empate algo fortuito para un Millonario que desde hacía varios minutos manejaba el trámite.

El Pincha, sin sus principales intérpretes, sintió el golpe lógico y, diagramado para sostener un resultado que ya no ostentaba, poco más pudo hacer.

Para colmo, y nuevamente con influencia del banco, pero para los de Demichelis, llegó el festejo que terminó por definir la historia.

Ante un León muy cerrado, que evitó que River entrara al área nuevamente, Rodrigo Aliendro, ingresado a los 42 minutos del complemento, recibió con espacio, levanto la cabeza y ensayó otro disparo imposible para Mansilla. Pero en esta ocasión no por algo fortuito, sino porque se le fue abriendo hasta esconderse en su ángulo superior izquierdo.

Uno exhibió el plantel que posee y lo dejó en claro siendo determinante con las modificaciones. El otro también, pero con cambios que sirvieron para dejar en claro que hay hombres que, pese al cansancio, no pueden ver el desenlace de los encuentros desde los bancos. Mucho menos en una final como la disputada ayer en el Mario Alberto Kempes de Córdoba.

 

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