“Lo que faltaba”: un feroz asalto de los “autochorros”

Un joven que se dirigía a su vivienda fue asaltado por dos sujetos que circulaban en un Peugeot 206. Plata, teléfono y ropa, el botín

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Desde hace varios años los motochorros vienen sembrando el pánico y el estupor en las calles de la Región. Pese a los reclamos que se han hecho y las medidas que han tomado las autoridades tendientes a neutralizar la modalidad, los delincuentes motorizados han sabido sortear estos obstáculos aplicando nuevas técnicas que les permiten seguir saliendo indemnes de la mayoría de atracos que cometen.

A punto tal ha llegado su nivel de adaptación que prácticamente ya han pasado a formar parte del paisaje de La Plata, Berisso y Ensenada. Apenas se pone un pie en la vereda, casi no hay vecino en la Región que no sienta la amenaza latente de esta clase de ladrones.

Es por ello que muchos de los frentistas también han tenido que desarrollar una serie de adaptaciones para poder sobrevivir en un ambiente tan hostil como lo es la traza urbana después de las 18 hs.

En ese marco, muchos optan por no salir ni almacén una vez que la oscuridad domina el firmamento o dejar el auto “durmiendo” en la calle para no exponerse a un ataque sorpresa. Los que no tienen opción, trabajadores y estudiantes, transitan las calles con suma cautela y pendientes de cada acelerada o rebaje.

Quizás por ello un joven de 30 años que caminaba por la zona de 71 y 12 rumbo a su casa luego de cumplir con su jornada laboral no interpretó como una amenaza el lento recorrido de un vehículo marca Peugeot modelo 206 de color bordó.

De hecho, al principio, creyó que podían ser foráneos buscando alguna dirección. Lo cierto es que los ocupantes de ese rodado sabían muy bien la zona por la que andaban circulando: un sector que después de las 21 se convierte en un páramo desolado y oscuro, en definitivas el lugar ideal para ejecutar su plan.

Primero se le pusieron a tiro y luego de cerciorarse de que no había “moros en la costa” se lanzaron al ataque. Según la descripción de la escena que brindó el damnificado, eran dos. El primero en descender fue el acompañante. El sujeto le exigió sus pertenencias y como la víctima se negó se trenzaron en lucha. Al ver la férrea posición del damnificado, el conductor bajó a brindar apoyo a su secuaz.

Fue en ese momento que la situación cambió por completo ya que este sujeto mostró un arma de fuego. En ese marco, al joven no le quedó otra opción que subordinarse a las oscuras pretensiones de este par de delincuentes y terminó entregando su teléfono, campera y dinero.

 

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