Soportó el asedio sin quebrarse, dosificó las energías y valoró a Mansilla como nunca
Edición Impresa | 6 de Mayo de 2024 | 02:51

Por MARTIN MENDINUETA
El rasgo de la fortaleza distingue al Club Estudiantes de La Plata. Después de ciento veinte minutos muy intensos, que le demandaron un derroche de energías fuera de lo común, llegó a la instancia donde el temple juega un rol clave y allí volvió a triunfar.
Tuvo aguante para soportar el asedio y la intensidad de Vélez, sobre todo en el primero de los cuatro tiempos disputados. Jamásse rindió. Emparejó el trámite en el segundo capítulo del tiempo convencional, se mantuvo firme luego del sacudón que representó la expulsión del Vasquito Benedetti y, cuando la tensión apretaba la atmósfera santiagueña en su punto límite, la sencillez y notable eficacia de un recién llegado como Matías Mansilla inclinó la balanza hacia la vereda de la gloria Pincharrata.
Aquel campeón de la Copa Argentina 2023 mutó en este conquistador de brillos más parejos gobernado por un espíritu solidario y un apetito de gloria dignos de los más dulces elogios.
Los miles de fieles que recorrieron una ruta extensa desataron su festejo sintiendo el desgaste en el cuerpo. La gente jugó la final minuto a minuto y el desahogo llegó como un premio bañado en oro.
SUFRIÓ MÁS POR LA BANDA DERECHA DE MANCUSO QUE POR LA IZQUIERDA
Resultó impactante observar el dominio de Vélez en el primer capítulo. Tenencia, convicción en la búsqueda ofensiva y desequilibrio por los costados fue la receta que el Pincha recién pudo contener en los diez minutos finales. Thiago Palacios fue una pesadilla para Mancuso, pero Ascacibar también fue superado por la presión constante y Sosa volvió a ser un punto flojo. Sólo Guido Carrillo (¡lo que hubiera dado Vélez por tenerlo en su equipo!), Zaid Romero y Luciano Lollo estuvieron a la altura de lo que demandaba el ritmo infernal que impuso el equipo de Quinteros.
Vélez fue superior en el primer tiempo, pero Estudiantes es muy bravo y hasta lo ayudó la suerte
Un tiro impresionante de Ordónez que rebotó en el travesaño y tres o cuatro ataques realmente peligrosos hicieron que Vélez se sintiera perjudicado por la suerte; y Estudiantes, en cambio, un equipo sabio en aprovechar sus momentos propicios.
EQUILIBRÓ FUERZAS E IRRADIÓ UNA IMAGEN MÁS SÓLIDA EN CADA LÍNEA
Jugando de modo cerebral y aprovechando una lógica merma en la velocidad de los desplazamientos del rival, el León empezó a jugar distinto en el complemento. Sintió que la gloria estaba casi asegurada en la expulsión del defensor Damián Fernández (codazo a Cetré), aunque ese brutal incremento de optimismo se desvaneció en el momento en que llegó la tarjeta roja para Benedetti (indiscutible falta de último recurso).
Diez contra diez había que ser inteligente. Un arranque a toda velocidad, por más que fuera de cinco metros, pasó a estar casi prohibido.
Lo que a Vélez le faltaba (jerarquía en ataque), Estudiantes lo tenía cansado. Domínguez eligió sacar a Carrillo (su salida generó diferentes conclusiones) y Correa no entró afilado. A esa altura, llegar a la definición con tiros desde el punto del penal se presentaba ante el agotamiento Pincha como “la posibilidad de hacer un buen negocio”.
El héroe de la noche acaparó los mejores elogios. La historia del club ya le asignó un sitio de privilegio
Y así sucedió. Los vaivenes de dicha instancia fueron tremendos. Mansilla tenía preparada una actuación sobresaliente que el archivo de la memoria repetirá sin cansancio. ¡Atajó tres penales! Ahogó miles de gritos ajenos y desató otros tantos propios, todavía más estruendosos. Fue héroe de nuevo. Y esta vez rozó la perfección.
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