Ecos de Mar del Plata en la salida de Mestre del arzobispado local

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La renuncia de Gabriel Mestre al arzobispado de La Plata, a pedido del Papa Francisco, sigue dando que hablar. No tanto por quién lo reemplazará, sino por lo que ha venido ocurriendo en la diócesis de Mar del Plata desde la salida de Mestre. A tal punto que el ahora ex obispo local debió viajar a Roma, donde el Sumo Pontífice lo convocó para pedirle primero explicaciones y luego la dimisión.

Desde que Mestre dejó su cargo en Mar del Plata y asumió como obispo de La Plata, en septiembre de 2023, se sucedieron designaciones, renuncias, traslados y un “carpetazo” que resuena como el punto cero de la salida de Mestre de la conducción de la tercera arquidiócesis más importante del país, detrás de la de Buenos Aires y Córdoba.

Todo comenzó en enero pasado. Faltaban algunos días para que monseñor Gustavo Manuel Larrazábal asumiera al frente de la diócesis de Mar del Plata. El por entonces obispo auxiliar de San Juan llegaba luego de que monseñor José María Baliña desistiera de ocupar el cargo para el que había sido elegido argumentando razones de salud.

Baliña debía someterse a intervenciones médicas debido a un problema oftalmológico que lo ponía en riesgo de perder la visión. Por eso, Francisco se había inclinado por Larrazábal. Pero tres días antes de asumir Larrazábal desistió de hacerlo, a raíz de la polémica que generó la denuncia por acoso laboral y abuso de poder que medios locales reflotaron y que presentó una mujer que trabajaba en una librería de la Congregación de los Misioneros Claretianos, publicó el diario La Nación.

Se trataba de una denuncia de hacía 10 años que no avanzó en la Justicia y por la que se le dictó la falta de mérito. Esto fue interpretado como una maniobra atribuida a un sector identificado con Mestre para que fuera el vicario general local, padre Luis Albóniga, quien lo reemplazara. Incluso, hubo manifestaciones de parte de los feligreses resaltando el perfil de Albóniga, quien no sólo no sucedió a Mestre, sino que se lo trasladó a Jujuy, en lo que muchos leyeron como un “castigo”.

Además, la Santa Sede envió a Mar del Plata como administrador apostólico al obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Ernesto Giobando, un hombre de extrema confianza de Francisco.

Esto derivó en “la rebelión de Jueves Santo”, cuando un grupo de feligreses asistió a la misa de la Catedral con carteles en rechazo al traslado de Albóniga. Es así que Francisco convocó a Mestre al Vaticano, le pidió explicaciones de lo que estuvo sucediendo en Mar del Plata y terminó solicitándole la renuncia como arzobispo platense.

 

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