¿Qué le impide a la Policía frenar el auge del robo de bronces en nuestra ciudad?
Edición Impresa | 17 de Julio de 2024 | 03:25

El saqueo sistemático de objetos de bronce –distintos tipos de picaportes, porteros eléctricos, cables de medidores, piezas relacionadas a los portones, entre otros elementos- que se registra desde hace varios años pero que en la actualidad recrudeció y volvió a originar alertas y reclamos, constituye un capítulo más del grave problema de la inseguridad que padece la Ciudad.
Si bien son muchas las casas particulares ubicadas en el centro y en distintos barrios que sufrieron en las últimas jornadas este tipo de robos, que se realizan habitualmente en horas nocturnas con personas provistas de barretas con las que, en cuestión de segundos, arrancan picaportes y manijas para darse de inmediato a la fuga, ahora los ataques están afectando en forma aguda a los edificios de altura.
Los directos perjudicados son los consorcios cuyos integrantes se ven obligados a desembolsar sumas cada vez más onerosas, por sustracciones que, sólo en algunas oportunidades, alcanzan a tener cobertura de seguros. Ante la reposición de los valiosos elementos que pierden en diferentes robos, los vecinos tienen que afrontar expensas ordinarias mucho más caras.
Según explicaron en la Cámara de Administradores de Consorcios de La Plata, “en lo que va del año ha crecido la cantidad de episodios en edificios del casco urbano donde los delincuentes buscan el bronce para luego venderlo en el mercado ilegal”.
No está demás aquí mencionar la ola de robos que afecta –y también muy gravemente- a la infraestructura de muchos de los servicios públicos. Aquí corresponde mencionar a las tapas de las cámaras de las redes de agua o de desagües, con una enorme cantidad de elementos sustraído, a las que se suman también los ataques a las redes de gas y electricidad, en situaciones que inclusive derivaron en el robo de piezas vitales que pertenecen a los bomberos y que se encuentran en la vía pública.
La alusión a la existencia de reducidores ilegales por parte de la entidad que representa a los consorcistas es todo un clásico en este delito. Sin embargo, resulta llamativo que en tantos años de saqueo generalizado, la Policía haya informado muy pocas veces sobre la identificación y detención de algún reductor responsable de que este delito se encuentre de moda, ya que sin ellos el robo previo no tendría sentido alguno.
En el informe publicado ayer en este diario se reseñó que hay una gran cantidad de cámaras en los edificios donde se registran estos robos. Ello y los testimonios vecinales podrían servir para identificar a uno o más de los saqueadores quienes, a su vez, podrían indicar a quién le venden los metales robados. No obstante, el mundo de los reducidores ilegales permanece a salvo, incomprensiblemente, en la cara oculta de la Luna.
Está claro que los “ladrones de bronce” son apenas un eslabón de una cadena delictiva que concluye necesariamente en un creciente y vigoroso mercado negro, en el que todos esos metales se comercializan a precios elevados. Y no debiera entonces ser tan difícil detectar a esos “reducidores” –esto es, aquellos que comercian con objetos robados- y desbaratar una modalidad delictiva que destruye el equipamiento urbano y perjudica con demasiada frecuencia a miles de ciudadanos.
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