Bolivia deja de exportar y se convierte en corredor del gas argentino hacia Brasil

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Luciano Codeseira

eleconomista.com.ar

En Bolivia, los dos candidatos que se enfrentarán en el balotaje este domingo, Jorge “Tuto” Quiroga y Rodrigo Paz, buscan estrechar relaciones con EE.UU. tras décadas de gobiernos antiestadounidenses: ya visitaron Estados Unidos, donde se reunieron con funcionarios del Gobierno de Trump, reafirmando su intención de mejorar los lazos bilaterales.

Esto representa un giro frente a los gobiernos del MAS, que estrecharon relaciones con Rusia y China y se alejaron de Washington.

En este contexto, en el gran tablero energético sudamericano Bolivia atraviesa un curioso destino: de ser potencia gasífera regional a convertirse, con un dejo de ironía histórica, en simple corredor para el gas argentino rumbo a Brasil.

El reciente Informe Económico de América Latina y el Caribe del Banco Mundial augura para Bolivia un ciclo de crecimiento negativo de -0,5% en 2025, -1,1% en 2026 y -1,5% en 2027, lo que la distingue como el único país de la región que parece avanzar hacia atrás. Las encuestas otorgan a Jorge “Tuto” Quiroga una ventaja de entre 4% y 8%, aunque un llamativo 19% de votos nulos en la primera vuelta augura que el desenlace podría ser tan incierto como un pozo exploratorio.

El trasfondo económico explica buena parte de la coyuntura. Bolivia cerró 2024 con un déficit comercial de U$S 845 millones, una cifra que contrasta con los gloriosos tiempos de 2014, cuando exportaba gas por U$S 6.011 millones y mantenía un flujo de 46,5 millones de metros cúbicos diarios.

Hoy, apenas exporta 17,6 millones, con ingresos que retroceden a niveles de 2006. La declinación natural de sus campos gasíferos y la carencia de nuevas inversiones explican este descenso que ni la retórica nacionalista ni la ingeniería contable del Banco Central pueden disimular.

El cuadro fiscal es igualmente preocupante: en 2024 el Estado administró U$S 2.339 millones en divisas y gastó U$S 2.885 millones solo en importaciones de combustibles. La ecuación, digna de un problema irresoluble, obligó a recurrir a créditos internacionales y a permitir, por primera vez desde la nacionalización de 2006, que empresas privadas importen gasolina y diésel. Una medida que hubiera horrorizado al Evo Morales de antaño, pero que el pragmatismo fiscal contemporáneo justifica con resignada eficiencia.

El impacto en Argentina

Mientras tanto, Argentina, otrora dependiente de las exportaciones bolivianas, emerge como nuevo proveedor regional gracias al gas de Vaca Muerta. Y concretó un hito simbólico en abril: el primer flujo de gas argentino hacia Brasil, transitando por ductos bolivianos.

Fueron apenas 2 millones de metros cúbicos diarios, pero suficientes para que se hablara de un cambio de era. Si la capacidad de transporte se optimiza, Argentina podría exportar entre 8 y 9 millones de metros cúbicos diarios en 2027, y cubrir la demanda brasileña hacia 2030 con entre 12 y 14 millones.

Ironías de la geografía: Bolivia, antaño el corazón gasífero del Cono Sur, podría volverse la arteria por donde circule la energía de sus vecinos.

Los candidatos ofrecen recetas de manual.

Tuto Quiroga propone reformar la Constitución para eliminar el monopolio de YPFB y abrir el sector al capital privado, reduciendo el government take del 82% actual. Con ello espera reactivar la exploración y atraer inversiones, aunque los resultados, advierte, no serán inmediatos.

Rodrigo Paz, por su parte, también sugiere abrir el sector, pero sin desplazar a YPFB del centro de la escena, una suerte de capitalismo de Estado con acento tarijeño.

Sin embargo, la crítica escasez de dólares y la desconfianza inversora hacen que ambas propuestas suenen, por ahora, a buenas intenciones con poco combustible.

En suma, el futuro gasífero boliviano se debate entre la nostalgia del pasado y la tentación del rol de mediador regional. Si el nuevo gobierno logra estabilizar las finanzas y dotar de certidumbre jurídica al sector, podría incluso capitalizar su ubicación geográfica para cobrar peajes por el gas argentino.

Es decir, mientras el país decide entre dos modelos de capitalismo tardío y el gas argentino fluye hacia el Atlántico, Bolivia enfrenta el desafío de redefinir su papel en la región. Tal vez el futuro no sea ser potencia, sino plataforma: de exportador a agregador, de protagonista a facilitador.

 

 

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