“¡Dale, tirale!”: le sacaron la moto y antes de irse le dispararon en una pierna
Edición Impresa | 21 de Octubre de 2025 | 01:51

Fue un instante. Apenas un respiro entre la entrega de un pedido y el vértigo de la violencia. Ocurrió el domingo por la noche, alrededor de las 22.30, sobre la avenida 66 entre 21 y 22.
Un repartidor de 58 años, que trabajaba para una aplicación de envíos, fue abordado por tres jóvenes que lo interceptaron a pie. Uno de ellos, sin rodeos, lanzó el grito que dio inicio a la pesadilla: “¡Dame la moto!”.
El trabajador, acostumbrado a moverse con prudencia entre calles oscuras y clientes apurados, entendió que no había margen para la valentía. Les indicó que las llaves estaban puestas, en un intento desesperado por preservar su vida.
Pero la escena, lejos de calmarse, escaló en segundos. “¡Dale, tirale!”, ordenó otro de los agresores. Entonces, el calificado como el “más alto” del grupo sacó un revólver y apretó el gatillo.
El disparo resonó como un trueno en la quietud de la noche. La bala rozó el muslo izquierdo del repartidor, provocándole una herida leve pero suficiente para inmovilizarlo por unos segundos.
“Pensé que me mataban”, confió más tarde, todavía temblando, a una vecina que se acercó a auxiliarlo. Los delincuentes, en tanto, no se conformaron con la moto: exigieron también su teléfono celular.
Ante la negativa, y quizás temiendo la llegada de alguien más, huyeron rápidamente con el vehículo, dejando atrás el eco del disparo y el olor a pólvora.
El hombre quedó solo, en medio de la avenida, con la pierna entumecida y ensangrentada y el corazón acelerado. A pocos metros, una vecina que escuchó la detonación salió a la vereda y llamó al servicio de emergencias.
Minutos después, una patrulla policial llegó al lugar y constató que la víctima, aunque en estado de shock, no presentaba lesiones graves. Fue asistido en el sitio y trasladado más tarde para su evaluación médica.
La reconstrucción posterior del hecho, tomando como base cámaras privadas, permitió establecer que los ladrones eran tres adolescentes. Dos de ellos vestían camperas azules con capucha, mientras que el tercero -el que disparó- llevaba un buzo gris.
Para colmo de males, el rodado sustraído, una motocicleta que el repartidor usaba a diario para su trabajo, tenía el tanque lleno. El caso fue caratulado como “robo calificado por el uso de arma de fuego” e interviene la fiscalía de turno.
Vecinos de la zona describen el episodio como una muestra más del clima de inseguridad que golpea a quienes residen en la zona. “No es la primera vez que pasa. Cada semana hay un asalto distinto. Esta vez podría haber costado una vida”, comentó una frentista que prefirió no dar su nombre.
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