Entraron a los tiros en una carnicería de Olmos

El ataque se registró en la zona de 52 y 230 cuando preparaban el cierre del local. Una falsa clienta habría dado la “luz verde”

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Una carnicería de Lisandro Olmos se convirtió el pasado sábado en blanco de la delincuencia. Según pudo saber este diario, el hecho tuvo lugar mientras el staff se encontraba realizando las últimas tareas del día para proceder al cierre. Todo marchaba normal. El dueño revisaba la caja, los empleados limpiaban los cuchillos y su sobrina acomodaba los últimos cortes en la heladera. El día había sido largo y el cierre estaba a minutos. Pero, de pronto, la rutina se quebró en un instante: la puerta se abrió de golpe y una voz cargada de violencia irrumpió en el local. “¡Todos al piso, todos al piso, dale, dale!”, gritaron dos hombres que acababan de entrar armados.

El aire se volvió espeso. Uno de los delincuentes, con buzo gris y capucha, se abalanzó sobre la caja registradora; el otro, vestido con una campera azul, levantó un arma tipo pistola y, con un gesto preciso, efectuó una maniobra de carga que heló la sangre de todos.

Nadie se movió. El comerciante, un hombre de 35 años acostumbrado a los rigores del trabajo diario, apenas atinó a gritar: “¡Llamen a la Policía!”. Fue entonces cuando el sonido de dos disparos estremeció a quienes estaban en el local de 52 y 230.

Las balas no impactaron en nadie, pero dejaron su marca en la pared lateral, a pocos centímetros de una heladera.

Los empleados se tiraron al suelo, la sobrina lloraba, y el dueño, con el corazón acelerado, intentaba mantener la calma en medio del caos. Los asaltantes, tal vez nerviosos o decididos a no arriesgar más tiempo, tomaron el dinero de la caja —unos veinte mil pesos— y escaparon corriendo.

Minutos después, con la policía ya en camino y el local cerrado, el comerciante revisó las cámaras de seguridad.

Las imágenes revelaron un detalle inquietante: una mujer había ingresado al comercio apenas un minuto antes del asalto. Si bien pidió algo no compró nada. Luego, observó con calma el interior para, finalmente, retirarse justo antes de que los dos hombres irrumpieran armados. En la grabación se la veía hablar por teléfono al salir. Todo parece indicar que no se trataría de una casualidad.

Con ayuda de vecinos, el dueño consiguió otra grabación, captada por una cámara privada. Allí se veía un automóvil negro, posiblemente un Chevrolet, esperando con el motor encendido a pocos metros del lugar.

La policía científica trabajó durante horas en la escena, recolectando vainas servidas y tomando huellas. La investigación avanzó rápido: la mujer -de entre 18 y 20 años, tez trigueña y cabello largo- fue identificada a través de los registros de cámaras.

La causa fue caratulada como “robo calificado por el uso de arma de fuego en poblado y en banda”.

 

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