Fashion Week en Milán

El evento dejó en claro que el equilibrio entre tradición e innovación sigue marcando el pulso del estilo europeo

Edición Impresa

La última edición de la Milan Fashion Week dejó en claro que el otoño europeo no será una estación tímida en materia de estilo. Los diseñadores que presentaron sus colecciones apuntaron a una temporada marcada por la audacia en los cortes, el regreso de clásicos con aires renovados y la consolidación de un color que promete convertirse en protagonista absoluto: el burdeos. Versace, Prada, Dolce & Gabbana y Max Mara, entre otros, coincidieron en que el vestuario de los próximos meses se define por la combinación de texturas, la irregularidad en las líneas y el poder de los accesorios.

El borgoña, también llamado burgundy o vino tinto, se instaló en la pasarela como el tono oficial del otoño. Apareció en bolsos, chaquetas y pantalones, tanto en looks monocromáticos como en contrastes con pasteles suaves y neutros sobrios. La versatilidad de este color es lo que más celebraron los críticos: se adapta tanto al día como a la noche, se fusiona sin problemas con texturas como el cuero o la lana y tiene la capacidad de elevar un atuendo simple hacia un registro elegante. Este protagonismo cromático confirma lo que se venía anticipando en colecciones previas: la paleta otoñal ya no se restringe al negro y al gris, sino que abre lugar a tonos que aportan calidez y sofisticación.

Otro de los ejes de la temporada son los cortes oversize, que vuelven a reclamar espacio en chaquetas y pantalones, especialmente en el terreno del denim. Los blue jeans amplios, que ya habían sido tendencia en temporadas pasadas, se consolidan como un básico en el guardarropa europeo. En Milán se los vio combinados con blazers de hombros marcados, camisas fluidas y abrigos de gran tamaño, reafirmando que la comodidad puede ir de la mano con el estilo. La propuesta oversize también se trasladó a los pantalones de vestir, que abandonan la rigidez del corte recto y adoptan formas más relajadas, adaptables tanto a la oficina como al tiempo libre.

La sutil transparencia se impuso como una de las claves de la elegancia en la pasarela. Prada y Moschino mostraron vestidos y blusas que dejan entrever sin llegar a lo evidente, en un delicado equilibrio entre sensualidad y sofisticación. Los críticos remarcaron que este recurso, cuando se utiliza con mesura, puede transformar un look en algo memorable, aunque advirtieron que el exceso lo convierte en un efecto vulgar que quita fuerza a la prenda. La propuesta fue clara: menos es más, y en este terreno la elegancia radica en la capacidad de sugerir.

Los mega accesorios terminaron de redondear la propuesta otoñal. Bolsos de gran tamaño en tonos burdeos, guantes largos, bufandas finas que se cruzan varias veces alrededor del cuello y piezas de joyería maximalistas completaron los looks más celebrados de la semana. La consigna fue no temer a los complementos, sino convertirlos en protagonistas. Esta tendencia acompaña a la mezcla de texturas y cortes irregulares, una constante en todas las colecciones, que se traduce en prendas que juegan con volúmenes inesperados, costuras asimétricas y contrastes de materiales.

 

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