Matar a Perón (Parte 4)
Edición Impresa | 16 de Noviembre de 2025 | 05:15
Por ANDRÉS SALINERO
Repentinamente, intuyó una presencia detrás suyo. Una presencia humana. En realidad vio una sombra difusa proyectada en el piso, pero su tendencia a la ensoñación mística lo engañó otra vez, como cuando era un adolescente crédulo e influenciable. O como ahora, cuando ya adulto, seguía siendo el mismo boludo crédulo e influenciable. Giró la cabeza, y allí estaba él. Laramuglia, el tano loco.
-¿Qué opina? ¿Le gusta lo que lee?
-No sé. No entiendo.
-Nunca entendería, usted es un ingenuo contractualista. Afloje con El Leviatán y apúrese por favor, que mañana es 16 y hay que desagraviar la bandera... jé.
-¿Cómo dice?
-Nada, nada. Metalé que Carús no ve la hora de hacer salir los aviones desde Morón y me está volviendo loco, me llama cada diez minutos. El hombre está muy nervioso porque sabe que se juega la vida, supongo... -dijo Laramuglia, mirando al cielo cada vez más nublado frunciendo el ceño.
-Sí, cómo no, despreocupesé que ya la tengo.
-No parece, permitamé. Bueno, déle, y si precisa ayuda, pídala, supongo que alguien se la va a dar.
-Ahora que toca el tema, ¿no me lo llamaría a Noriega?
-¿Al patrón de esta estancia? ¿Por casualidad supone que le va a dar bolilla a un nadie como usted? Olvidesé. Además, cuando se pone a charlar con los pibes, con los cabos de la entrada, ni se le ocurra molestarlo. Está en otro mundo, es otra persona. Se lo ve feliz, distendido, les convida cigarrillos... de esos Winston que fuma él, los norteamericanos vió. Yo también fumo de esos. Puro tabaco de Virginia, nada que ver con las porquerías de acá que la gente compra igual porque debe creer que ese trapo de piso reseco mezclado con alfalfa y con miles de putos venenos cancerígenos que le venden es tabaco. Porque lo que mata no es el tabaco, sabe, son los venenos. Pesticidas, herbicidas, glifosato, todo a lo bestia, al por mayor, sin ningún control. Todo esto me lo dijo mi cuñado, que es ingeniero agrónomo. Igual, seguro que los Winston son de contrabando, yo jamás los vi en ningún kiosco. La aduana de Buenos Aires es un colador, como lo fue siempre y lo seguirá siendo. A menos que... bueno, disculpe el monólogo. Suerte con Tora Tora y hasta luego.
-Hasta luego, ingeniero, muchas gracias.
-Valiente.
El 16 de junio de 1955 amaneció nublado. Muy temprano a la mañana había empezado el alistamiento para hacer despegar desde Punta Indio las escuadrillas de North American Texas y Beechcraft AT II armados hasta los dientes, con rumbo a Uruguay. Debían encontrarse en el medio del espacio aéreo del río con los Catalinas provenientes de la base Espora y de allí todos juntos en formación poner rumbo a Buenos Aires, para realizar vuelos rasantes durante los cuales descargarían pesado fuego de metralla sobre la Casa Rosada. A la escuadra se sumaría un avión en particular, el Gloster Meteor Mark IV por el cual Laramuglia había pagado 5.500 pesos moneda nacional en Carmelo, cargado con la poderosa bomba de 500 kilos de tritonio que destruiría la Casa Rosada y mataría a Perón, quien estaría en su despacho.
Continuará...
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