Muy lejos de los liderazgos con el peronismo

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Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

Con su congreso nacional realizado en Obras la CGT volvió a consagrar ayer un esquema de conducción de tres patas, como viene sucediendo desde hace años, y que aleja la idea del secretario general poderoso, liderazgo unipersonal que remite a las épocas más fuertes del peronismo como partido político de Argentina.

Continuará un triunvirato para garantizar una conducción de consensos, que contenga a la mayoría de los sectores internos. Se cambiaron ciertos nombres, eso sí, como para transmitir alguna idea de renovación aunque tampoco se trata de gente que recién empieza en esto de la actividad gremial.

Así, se sentarán en esa suerte de trípode Jorge Sola, del sindicato del Seguro, Cristian Jerónimo, del gremio de los trabajadores del vidrio, y se quedará el moyanista de Camioneros Octavio Argüello, que de los tres anteriores triunviros era el que menos tiempo hacía que estaba. Sus mandatos, hasta 2029, estarán inicialmente atravesados por el debate en torno a la reforma laboral que impulsa el gobierno de Javier Milei con especial ahínco y que, en principio, el gremialismo peronista resiste.

La ratificación de Argüello, además de un triunfo del moyanismo que vuelve así a ratificar su peso en la dinámica interna de la central, echó por tierra la idea de sentar en alguno de los sillones del triunvirato a una mujer. Ese era un reclamo de un sector interno como para mostrar cierta señal acorde a los tiempos que corren. Así, más allá de alguna dama en secretarias del consejo directivo, seguirá siendo una organización de hegemonía masculina.

Aunque se buscó regalar imágenes de cierta unidad (abrazos, marchita peronista, sonrisas), la verdad es que la jornada dejó divisiones. El acuerdo entre los llamados “Gordos” -los grandes gremios de servicios-, los independientes, el moyanismo y demás, marginó de posiciones de poder interno al sindicalismo kirchnerista (sindicatos cuya conducción reivindica el liderazgo de Cristina en el PJ) y profundizó la división que ya había con el sector del gastronómico e histórico Luis Barrionuevo. Quien, aliado a gremios fuertes como la UTA (colectiveros) y La Fraternidad (maquinistas) no pudieron imponer la idea de que se volviera al esquema histórico de un sólo jefe de la CGT.

De hecho la UTA, que conduce el histórico Roberto Fernández, no aceptó los cargos que les ofrecían en la nueva conducción cegetista y decidió abandonar la central obrera. Barrionuevo, en cambio, reculó y prefirió quedarse juntos con los suyos aún con sus disidencias.

Resta saber ahora cómo será la estrategia negociadora de la CGT con un gobierno fortalecido luego del triunfo electoral por la renovación de las leyes laborales. Si absolutamente dura, casi negadora, o proclive a analizar ciertos cambios.

La verdad es que los caciques gremiales saben que el mundo laboral ha cambiado respecto a cuando se crearon los convenios colectivos, que hay una enorme cantidad de trabajadores en negro (casi la mitad del universo que tiene empleo, algo que tampoco le conviene a ellos) y que por eso hay modificaciones casi inevitables. Lo que sí resistirán serán las posibles limitaciones a su rol como actor de poder en la Argentina y que pase una guadaña alevosa sobre sus mecanismos de financiamiento. Final abierto.

Resta saber cómo será la estrategia negociadora de la CGT con un gobierno fortalecido

 

 

 

 

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