El abrazo de la historia: lo que dejó el asado que compartieron campeones del 78 y del 86
| 6 de Noviembre de 2025 | 20:18
No fue una reunión más. En una larga mesa del predio de Ezeiza, bajo los retratos que narran la epopeya celeste y blanca, se encontraron campeones del mundo de 1978 y de 1986. Dos generaciones distintas, pero unidas por un mismo fuego: el amor por la Selección Argentina.
El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio Fabián Tapia, fue el anfitrión de un almuerzo que se convirtió en un homenaje viviente a quienes hicieron posible la gloria. “Charlas, anécdotas y un grato momento junto a los ídolos de un país entero. Soy un agradecido, de corazón, por todo lo que hicieron por la Selección y por la alegría que nos dieron a todos los argentinos y argentinas. Los admiro mucho. El Predio es su casa y siempre serán bienvenidos”, expresó Tapia en sus redes sociales.
El clima fue de camaradería sincera. Viejos compañeros se abrazaron con la emoción intacta; algunos, con los ojos húmedos al recordar a quienes ya no están. Entre el humo de las brasas, los brindis y las risas, el tiempo pareció detenerse por un instante.
Un mismo legado
Los campeones del ’78, dirigidos por César Luis Menotti, fueron los primeros en levantar la Copa del Mundo para la Argentina. Aquella gesta en el Monumental, con Kempes como figura y una nación entera vibrando al ritmo de los goles, marcó el inicio de una identidad futbolística propia.
Ocho años después, los héroes de México ’86, comandados por Carlos Bilardo y liderados en la cancha por Diego Maradona, escribieron una página aún más profunda en la historia: la del fútbol como lucha y emoción. La “Mano de Dios”, el gol a los ingleses, el festejo de Brown, los abrazos en el Azteca... escenas que ningún argentino podrá olvidar.
En Ezeiza, esos dos mundos se unieron otra vez. “No importa el año, el técnico o el sistema —comentó uno de los presentes—. Todos jugamos por lo mismo: por el orgullo de vestir esta camiseta y por la felicidad del pueblo”.
El valor de la memoria
El encuentro no fue solo un gesto institucional: fue un acto de gratitud colectiva. En tiempos de velocidad y olvido, volver a reunir a los campeones del pasado es también una forma de educar a las nuevas generaciones sobre lo que significa representar al país.
“Esto no se trata solo de fútbol —dijo Tapia durante el almuerzo—, sino de reconocer a quienes construyeron lo que hoy somos. Si hoy la Selección tiene identidad, es gracias a ellos”.
Los exfutbolistas recorrieron las instalaciones del predio, recordaron concentraciones, entrenamientos y viejas costumbres. Algunos se emocionaron al ver las canchas donde hoy se entrenan los campeones de Qatar 2022. El círculo se cerraba: las tres estrellas, finalmente, bajo un mismo cielo.
Un puente
El gesto de la AFA apuntó a unir generaciones. Crear una continuidad simbólica entre quienes abrieron el camino y quienes hoy lo siguen recorriendo. En la mesa hubo fotos de Maradona y de Menotti, de Bilardo y de Passarella, de Kempes y de Valdano. Ausentes presentes que, de algún modo, también participaron del asado.
El encuentro funcionó como un espejo. Los campeones del pasado vieron reflejado en los actuales dirigentes y en la nueva camada de futbolistas el mismo espíritu de lucha y pertenencia que ellos encarnaron. “No hay nada más lindo que saber que lo que hicimos sigue teniendo sentido”, dijo uno de los jugadores del 86 al despedirse.
Un gesto que deja huella
Más allá del protocolo, la jornada en Ezeiza fue una celebración del afecto, de la memoria y del orgullo nacional. El fútbol argentino, tantas veces atravesado por tensiones y divisiones, encontró en ese asado un raro momento de unidad.
Tapia, en su mensaje final, lo resumió con sencillez: “El predio es su casa y siempre serán bienvenidos”. Una frase que resonó con fuerza, porque detrás de ella hay algo más que cortes de carne y brindis: hay historia, hay respeto y hay una promesa de continuidad.
El fuego se apagó al caer la tarde, pero el eco de las risas y los abrazos quedó flotando en el aire. En ese rincón de Ezeiza, donde se forja el futuro de la Selección, se honró también al pasado. Porque el fútbol argentino, más que una sucesión de títulos, es una historia compartida que late con cada generación.
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