Inventores platenses: tres historias que transformaron el mundo

Desde un parche que regenera la piel, pasando por un sistema inteligente para vinificar, hasta un robot que limpia los mares: tres maneras de imaginar futuro cuya bandera es la innovación

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Cada 9 de noviembre se celebra el Día Internacional del Inventor en homenaje a Hedy Lamarr, actriz austriaca que también fue ingeniera y pionera en el desarrollo del “espectro ensanchado”, una técnica que sentó las bases de tecnologías como el wifi o el bluetooth. Lamarr, ícono de Hollywood y de la ciencia, encarna la idea de que la creatividad no conoce fronteras ni disciplinas.

En la Argentina, la fecha local se conmemora cada 29 de septiembre, en honor a Ladislao José Biro, el inventor del bolígrafo —la “birome”—, una invención que cambió la manera en que el mundo escribe.

Pero más allá de los nombres célebres, cada ciudad tiene sus propios creadores silenciosos. La Plata, con su historia ligada a la universidad, los laboratorios y las aulas, también tiene inventores que, desde distintos lugares del mundo, imaginan soluciones que mejoran vidas, transforman industrias o cuidan el planeta.

Tres de ellos —Franco Kraiselburd, Julio Palmaz y Alan D’Alfonso Peral— representan, cada uno a su manera, la esencia del espíritu inventor: la curiosidad, la paciencia y el deseo de hacer del conocimiento una herramienta de cambio.

 

Cada 9 de noviembre se celebra el Día Internacional del Inventor por Hendy Lamarr

 

Lo cierto es que en tiempos donde la palabra “innovación” suele asociarse a grandes corporaciones o a laboratorios inalcanzables, estas tres historias devuelven el término a su sentido más humano. Inventar, parece decirnos cada uno de ellos, es observar con atención lo que falta y tener el coraje de construirlo.

Desde un parche que regenera la piel hasta un robot que limpia el mar, pasando por un software que transforma el vino en ciencia, los inventores con raíces platenses prueban que la creatividad no es privilegio de unos pocos, sino una forma de estar en el mundo.

La Plata, ciudad universitaria, de avenidas diagonales y de curiosos por naturaleza, sigue siendo cuna de quienes miran más allá. En este Día Internacional del Inventor y la Inventora , vale recordar que cada idea, por pequeña que parezca, puede cambiar una vida, una industria o un océano.

Porque inventar, en definitiva, es una manera de seguir creyendo.

 

FRANCO KRAISELBURD
Y EL PARCHE QUE REGENERA LA PIEL

A veces la innovación nace del dolor ajeno. Franco Kraiselburd tenía 12 años cuando conoció a María, una mujer con diabetes que sufría heridas en los pies y que había perdido un dedo por falta de tratamiento. Esa escena, simple y brutal, marcó el rumbo de su vida.

Hoy, a sus 23 años, el ingeniero biomédico con raíces platenses es el creador de Artemis, un parche de regeneración celular capaz de curar heridas complejas al impulsar la reparación de la piel dañada. Su invento fue reconocido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que lo distinguió como pionero del año.

“Mi parche no previene: cura”, explicó Franco en una entrevista reciente. Su desarrollo funciona como un “andamio celular”: una estructura que guía la regeneración del tejido, con actividad antimicrobiana y coagulante. El objetivo es que Artemis se produzca a gran escala y a bajo costo, pensado especialmente para personas con diabetes, evitando infecciones y amputaciones.

 

Kraiselburd es el creador de Artemis, un parche de regeneración celular que cura la piel

 

Franco, CEO de la empresa biotecnológica Asclepii, fundada junto a su padre Santiago, proyecta lanzar el producto en Estados Unidos en 2025 y en la Argentina para 2028.

Su historia está atravesada por la ciencia, pero también por la obstinación. Los docentes del joven solían decirle a su padre: “Dígale a su hijo que tiene razón”. Lo hacía porque Franco se adelantaba siempre a las respuestas, porque no se conformaba con aprender: necesitaba descubrir.

Después de pasar por España, Brasil y Estados Unidos, se formó en la Universidad Case Western Reserve, donde trabajó junto al doctor Arnold Caplan, considerado el “padre” de las células madre mesenquimales. Allí comprendió que la ciencia también puede ser un acto de empatía. Artemis nació de esa convicción: transformar el conocimiento en un gesto que alivie.

Franco Kraiselburd y Artemis, su invento de regeneración celular / Web

 

JULIO PALMAZ
DEL QUIRÓFANO A LA MONTAÑA DEL VINO

En los pasillos del Hospital de La Plata, un joven médico soñaba con curar arterias obstruidas sin abrir el pecho del paciente. Ese joven era Julio Palmaz. Décadas después, su nombre quedaría grabado en la historia de la medicina como el inventor del “stent coronario expandible”, una innovación que salvó millones de vidas y hoy forma parte de la colección médica del Museo Smithsonian, en Estados Unidos.

Pero Palmaz no se detuvo en los límites del hospital. Radicado en California, llevó su pasión por la precisión al mundo del vino. En el Valle de Napa fundó “Palmaz Vineyards”, una bodega monumental excavada en la montaña, con 18 niveles conectados por túneles. Allí unió ciencia, arte y tradición: creó el “Fermentation Intelligence Logic Control System” (FILCS), un software que analiza en tiempo real la fermentación de cada tanque, proyectando los datos en la cúpula de la sala.

El sistema, que combina inteligencia artificial, sensores RFID y proyecciones láser, permite visualizar el proceso de fermentación como si se tratara de una “ecografía del vino”. “Queríamos algo útil y manos libres, que combinara precisión y sensibilidad”, contó su hijo Christian, coautor del proyecto.

La tecnología no reemplaza al enólogo: lo potencia. Cada curva de temperatura, cada variación química, se vuelve visible, comprensible, casi poética. Palmaz convirtió la bodega en un laboratorio subterráneo donde los algoritmos conviven con el aroma a roble y a uva fermentada.

Sus vinos —el Cabernet Sauvignon Gastón, el “Brasas”, el “Amalia Chardonnay”, entre otros— reflejan la misma idea que su invento: unir la tradición artesanal con la mirada científica. Desde La Plata hasta Napa Valley, Julio Palmaz encarna esa rara mezcla de médico e inventor que entendió que la curiosidad es una forma de fe.

Julio Palmaz, inventor del stent coronario expandible y digitalizó la fermentación del vino / Web

 

ALAN D'ALFONSO PERAL
Y EL ROBOT QUE LIMPIA LOS MARES

El tercer protagonista de esta historia también partió de La Plata hacia el mundo, pero con el mar como horizonte. Alan D’Alfonso Peral, de 37 años, vive en La Rochelle, Francia, donde desarrolló junto a un grupo de amigos “Geneseas”, un robot autónomo capaz de limpiar puertos, lagos y ríos, recolectando plásticos, colillas y aceites.

Fanático de la navegación y buceador, Alan conoció de cerca los efectos de la contaminación marina. “Es increíble el daño que provocamos. Incluso los diferentes colores de la arena se deben a los microplásticos”, contó alguna vez. Frente a eso, decidió actuar: en 2016 fundó la “Asociación Recyclamer”, que combina ingeniería, activismo y educación ambiental.

 

El invento pratulla las aguas y aspira los desechos flotantes, siendo una pieza clave

 

Su robot —una suerte de recolector acuático inteligente— fue presentado en distintos puertos de Francia, Italia y España, y llegó incluso al G7 del Medio Ambiente, donde Alan fue el único representante argentino. Geneseas patrulla las aguas y aspira los desechos flotantes, convirtiéndose en una herramienta concreta para combatir la contaminación en tiempo real.

La inspiración surgió de su experiencia como navegante. “Recorrí muchos lugares y vi la misma escena: botellas, bolsas, residuos flotando. Pensé que si había drones que limpian el aire, tenía que haber uno que limpiara el agua”, explicó. Así nació la idea de un robot que combina sensores, cámaras y un sistema de navegación autónoma, capaz de operar durante horas sin intervención humana.

Su historia resume una lección simple: inventar también es cuidar. D’Alfonso Peral tradujo su amor por el mar en una invención que salva lo que otros descuidan. Desde su oficina en el Atlántico francés, todavía siente la nostalgia del Río de la Plata y la necesidad de devolver algo de lo que aprendió navegando en sus aguas.

Alan D’Alfonso Peral inventó un robot autónomo capaz de limpiar puertos, lagos y ríos / EL DIA

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Julio Palmaz
Alan D' Alfonso Peral

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