Contra viento y marea, un médico platense unió a nado las Malvinas
Edición Impresa | 28 de Diciembre de 2025 | 02:23
Las Islas Malvinas, símbolo de una guerra que dejó una huella imborrable en la memoria argentina, fueron el marco de un desafío, que tiene a un platense como protagonista. El pasado 25 de noviembre, en aguas heladas y bajo condiciones climáticas hostiles, el médico y deportista Leandro Hidalgo, de 49 años, tuvo su revancha y logró unir la Gran Malvina y la Isla Soledad nadando.
“Todavía no terminó de asimilarlo”, admitió al relatar con emoción la experiencia, en diálogo con este diario.
El desafío nació tras una lesión que lo alejó, por un tiempo, de la posibilidad de seguir corriendo maratones. “Cuando era chico practicaba natación, pero dejé el deporte y hace unos 30 años que corro maratones. De hecho, desde hace 12 años que voy a las islas a participar de los 42 kilómetros de las Malvinas. En 2016 me lesioné la rodilla y apareció la idea de hacer el cruce nadando, lo que me encantó”, recordó.
Desde ese momento, comenzó a entrenar y a planificar el reto deportivo de cruzar el Estrecho de San Carlos, que separa a las dos islas más grandes del archipiélago. El trayecto en línea recta tiene 4.200 metros. Partió desde Punta Chancho, en Gran Malvina, hacia el promontorio Güemes – o Altura 234-, en Isla Soledad. “La deriva me llevó muy al norte y terminé haciendo 4.900 metros. Me llevó una hora y 33 minutos. A los 20 minutos el mar se puso muy áspero. Ya lo había intentado en 2024 y no pude, así que fue una revancha y una experiencia increíble, única”, contó.
La experiencia
No viajó solo. Fueron nueve las personas que emprendieron la travesía: los nadadores Federico Knauer, Marcelo Vallejo (veterano de guerra), Guillermo Sívori, Silvana Cyl Romero y Paz Oliva– y tres acompañantes, Martín Sívori, Esteban Martínez Pastur y Sebastián Rodríguez, quien ofició como guardavidas. “Solo dos pudimos completar el desafío: Guillermo Sívori y yo”, indicó.
Uno de los principales desafíos fueron las condiciones extremas. Desde que llegaron a las islas estuvieron diez días esperando en un pesquero “la ventana climática” -período en que el mar y el clima son lo suficientemente favorables y seguros- para iniciar el reto. “Con el capitán y el guardavidas fuimos evaluando horarios y condiciones. El martes 25 de noviembre, a las 6 de la mañana, se daba la ventana climática ideal. A las 5 nos levantamos, desayunamos, esperamos que la marea se acomode y el mar quedó como una pileta. Nos tiramos, pero a los 20 minutos se armó un revuelo tremendo. Pasamos de la calma total a olas de entre un metro y medio y dos metros, con ráfagas de hasta 35 nudos (alrededor de 70 kilómetros por hora)”, relató.
A las condiciones del mar se sumaron la temperatura del agua, de sólo 7 grados, y los riesgos vinculados a la presencia de fauna marina como orcas, delfines, pingüinos y aves.
El entrenamiento para enfrentar esos factores fue riguroso. Se preparó en la pileta del Club Hogar de Berisso, con su entrenador Ariel Litof. Además, durante todo el año viajó a la costa atlántica, incluso en el día, para entrenar en Cariló -con su amigo Guillermo Sívori, quien también formó parte del viaje-, Valeria del Mar, Pinamar y Mar del Plata. “En invierno también me tiraba cinco minutos en la pileta de mi casa, para trabajar la climatización. La tolerancia al frío se entrena”, explicó al comparar la diferencia de temperatura del agua con las islas.
Más allá del desafío deportivo, su motivación es la memoria. “Me gusta leer y me interesa la historia. Para mí, es una forma de mantener viva la memoria de quienes dieron la vida en la guerra de Malvinas y de quienes volvieron”, expresó. En tanto, destacó la importancia del lugar donde consiguió su reto: “Por ahí entró la flota inglesa en el ’82”.
Además, al contar que solo unas 30 personas en el mundo hicieron este cruce señaló: “Mientras nadaba pensaba en mis hijos, Juan Martín y Francisca. Cuando salí del agua no terminaba de entender lo que había pasado. A los diez minutos me emocioné muchísimo”.
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