No es el ejercicio: e hábito diario que puede alargar la vida

Algunos estudios difundidos por Harvard muestran que la socialización regular es uno de los hábitos cotidianos con mayor impacto en el bienestar. Claves para potenciar esta práctica

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Durante años, la receta para vivir más pareció reducirse a una consigna casi incuestionable: moverse, entrenar, sumar minutos de ejercicio. Sin embargo, una serie de investigaciones difundidas por Harvard Health Publishing corre el eje y propone mirar otro hábito cotidiano, mucho más simple y a la vez profundamente humano, como uno de los factores más influyentes en la longevidad: la socialización regular. No se trata de una moda ni de una intuición romántica, sino de datos surgidos de estudios de largo alcance que ponen en evidencia que compartir tiempo con otros puede ser tan determinante como comer bien o dormir lo suficiente.

Según la institución académica, la genética explica apenas un 25% de la duración de la vida. El resto depende de decisiones que se repiten día tras día y moldean, casi sin que lo notemos, la salud física y emocional a lo largo de los años. En ese entramado de conductas, la interacción social aparece como un factor clave. Un estudio que analizó a más de 28.000 personas encontró una relación directa entre la participación frecuente en actividades con otros y una mayor expectativa de vida, además de mejores indicadores de bienestar durante el envejecimiento.

LA CALIDAD DE VIDA

La evidencia muestra que no alcanza con evitar enfermedades: vivir más implica también vivir mejor. En ese sentido, la periodista especializada Lisa Catanese, en un artículo publicado por Harvard, subraya que las personas que mantienen vínculos activos, ya sea a través de reuniones, actividades comunitarias o encuentros informales, presentan menores niveles de estrés, menos síntomas depresivos y un deterioro cognitivo más lento. El aislamiento prolongado, por el contrario, se asocia con un impacto negativo sostenido sobre la salud mental y general, especialmente en edades avanzadas.

La socialización no aparece aislada del resto de los hábitos saludables. Harvard señala que una alimentación basada en plantas, con eje en frutas, verduras, legumbres, granos integrales y grasas saludables, favorece el funcionamiento celular y reduce el riesgo de enfermedades crónicas. Un estudio publicado en JAMA Network Open mostró que las mujeres que seguían un patrón alimentario mediterráneo presentaban una reducción del 23% en la mortalidad, un dato que refuerza la idea de que la calidad de la dieta tiene efectos concretos y medibles sobre la longevidad.

DORMIR MEJOR

El descanso ocupa otro lugar central. Dormir entre siete y nueve horas por noche no es un lujo ni una recomendación genérica, sino una condición necesaria para proteger la salud cardiovascular, metabólica y cerebral. La falta crónica de sueño se vincula con mayor riesgo de hipertensión, diabetes, deterioro cognitivo y trastornos del estado de ánimo. En la misma línea, la hidratación adecuada también suma años de vida: una investigación que siguió a más de 11.000 personas encontró que quienes mantenían niveles óptimos de líquidos desarrollaban menos patologías crónicas y presentaban una mayor expectativa de vida.

En este contexto, Harvard no relativiza la importancia del ejercicio, pero sí lo ubica en una perspectiva más amplia. Las pautas de las Physical Activity Guidelines for Americans recomiendan al menos 150 minutos semanales de actividad moderada o 75 minutos de ejercicio vigoroso, combinados con entrenamiento de fuerza dos veces por semana. Caminar, andar en bicicleta, nadar, hacer tareas domésticas o trabajar en el jardín también cuentan y aportan beneficios cardiovasculares, musculares y pulmonares. Aun así, la institución aclara que el movimiento, por sí solo, no alcanza para explicar por qué algunas personas viven más y mejor que otras.

 

En el entramado de conductas sociales, la interacción aparece como un factor clave

 

UN ANÁLISIS INTEGRAL

El abordaje integral de la longevidad incluye, además, otras conductas con impacto comprobado. No fumar sigue siendo una de las decisiones más determinantes para prolongar la vida. El tabaco afecta múltiples sistemas del organismo, acelera el envejecimiento y eleva de manera significativa el riesgo de cáncer, enfermedades cardíacas y respiratorias. Harvard recuerda que existen tratamientos eficaces para dejar de fumar y que abandonar el hábito, incluso en edades avanzadas, genera beneficios concretos.

El consumo de alcohol también aparece bajo la lupa. Beber en exceso incrementa el riesgo de daño hepático, cáncer, accidentes graves y trastornos del ánimo. Aunque se suele hablar de consumo “moderado” —una bebida diaria en mujeres y hasta dos en hombres—, la institución enfatiza que reducir al mínimo o evitar el alcohol es una opción más segura, ya que incluso cantidades bajas pueden implicar riesgos para la salud.

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