Cuando el impacto emocional deja de ser anecdótico y se vuelve problemático

Encuestas y estudios muestran que una gran proporción de jóvenes sufrió love bombing y ghosteo, prácticas frecuentes que generan confusión, ansiedad y daño emocional en sus relaciones afectivas

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Durante años, el love bombing y el ghosteo circularon como términos propios de las redes sociales y las charlas entre amigas. Sin embargo, en los últimos tiempos dejaron de ser solo percepciones subjetivas para convertirse en fenómenos medidos por encuestas y estudios académicos. Investigaciones realizadas entre jóvenes de entre 18 y 30 años muestran que estas prácticas son mucho más frecuentes de lo que se cree y que sus efectos emocionales no son menores. Lejos de tratarse de “dramas amorosos”, los datos revelan un patrón de vínculos intensos y frágiles que impactan de lleno en la salud mental.

LOS NÚMEROS DE UN DRAMA QUE CRECE

Un estudio universitario realizado con más de 200 jóvenes adultos reveló que alrededor del 40 % de los encuestados afirmó haber sufrido love bombing en alguna relación afectiva, mientras que más del 42 % dijo haber sido víctima de ghosteo. Es decir, cuatro de cada diez jóvenes reconocen haber atravesado alguna de estas experiencias. El relevamiento también mostró una diferencia de género: las mujeres reportaron haber sido expuestas al love bombing con mayor frecuencia que los hombres, aunque ambos géneros declararon niveles similares de ghosteo. Estos números confirman que no se trata de casos aislados, sino de prácticas extendidas en la forma contemporánea de vincularse.

Las encuestas más amplias sobre citas y relaciones refuerzan este diagnóstico. En estudios realizados en población joven, hasta el 67 % de las personas de entre 18 y 29 años afirmaron haber sido ghosteadas al menos una vez. Casi la mitad de los encuestados señaló haber sufrido la desaparición repentina de alguien con quien mantenía un vínculo afectivo o romántico. Aunque muchos reconocen que el ghosteo es una forma descortés de terminar una relación, también admiten que se recurre a él para evitar conversaciones incómodas o conflictos emocionales, una lógica que prioriza el alivio propio por sobre el impacto en el otro.

LAS CONSECUENCIAS

Los efectos emocionales de estas prácticas empiezan a ser cada vez más visibles. Estudios psicológicos asocian el ghosteo con sentimientos persistentes de confusión, ansiedad y baja autoestima, especialmente por la falta de cierre. La persona que lo padece tiende a repasar una y otra vez lo ocurrido en busca de respuestas que no llegan. En el caso del love bombing, las investigaciones muestran que quienes lo experimentan pueden desarrollar una menor confianza en sus propias capacidades para establecer relaciones sanas, además de una mayor dependencia emocional y dificultad para identificar límites claros.

Estos datos ayudan a entender por qué conceptos como la responsabilidad afectiva ganaron fuerza entre los jóvenes, y en particular entre las mujeres. Frente a vínculos marcados por la intensidad sin sostén o por la desaparición sin explicación, la demanda de comunicación clara y cuidado emocional aparece como una reacción a experiencias que dejaron huella. Las encuestas confirman que el daño no es simbólico ni exagerado: es real, medible y afecta la forma en que una generación entera vuelve a enamorarse. En un escenario donde amar parece cada vez más rápido y descartable, las cifras obligan a una pregunta incómoda pero necesaria: ¿qué costo emocional estamos naturalizando en nombre de la libertad afectiva?

 

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