¿Cómo decirle que no a los gastos de mi pareja?

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Amo a mi pareja, pero mi billetera empieza a odiarla. Todo es “mitad y mitad”, dicen, hasta que la mitad se escurren como arenas movedizas: cenas, caprichos, descuentos irresistibles, ese gasto “chiquito” que llega en manada. No sé decir que no porque no quiero sonar mezquino. Pero tampoco quiero convertirme en cajero automático del cariño.

Me pregunto desde cuándo poner un límite económico es hacerle una grieta al romance. Decir que no a los gastos no es decir que no al amor, aunque cueste encontrarle el tono. Querría aprender a nombrar el presupuesto sin que la palabra nos enfríe la mesa. El silencio financiero es cómodo hasta que la deuda te empuja contra la banquina.

Pido que rescatemos de la clandestinidad esa charla básica: cuánto se puede, cuánto se comparte, cuánto no. Ojalá socialmente sea más raro endeudarse por pudor que por un sueño común. La generosidad sin cintura termina pareciéndose demasiado al miedo.

 

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