Me cae muy mal mi familia y me siento mal

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No traigo una tragedia; traigo una certeza áspera. Mi familia me cae mal. No porque sean monstruos, sino porque a veces la convivencia convierte todo en un roce permanente: opiniones que te pisan, comparaciones que vienen de traje de fiesta, consejos que no pediste, silencios que hablan a los gritos. Se espera que uno ame por defecto, como si el parentesco fuera un contrato de afecto automático.

Me pesa esa obligación de celebrar lo que no se siente. A veces quisiera juntarme sin la coreografía de la sangre, sin actuar cariño como quien llena una planilla. Me pregunto si reconocer la distancia no es más sano que fingir cercanía gratis. La familia también puede ser un lugar del que uno se emancipa para no romperse, sin dejar por eso de agradecer lo que sí fue abrigo.

Decir “me caen mal” no es renegar de la historia, es admitirla en su verdadera temperatura. No espero aprobación, espero complicidad de quienes se cansaron de disimular el parentesco como destino emocional.

 

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